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Bastardo sin madre

Años de entrenamiento, incontables horas en el gimnasio, nudillos ensangrentados, costillas magulladas, narices rotas — y lo primero que le habían enseñado, lo que le habían inculcado desde el primer día, era nunca hacer el primer movimiento.

Era mejor dejar que vinieran a ti, dejar que mostraran s...