




04
Alrededor de dos meses habían pasado desde aquel momento en que Ethan cruzó una línea al decirle a Lila que no podía existir algo más que una amistad. Desde entonces, él había estado actuando diferente: distante y hermético, y eso le dolía a ella más de lo que quería admitir.
Esa mañana en particular, Lila no se sentía bien. Un malestar inesperado la envolvía y cada vez que intentaba comer algo, terminaba vomitando. A pesar de eso, se encontraba en su puesto, trabajando en un informe pendiente. Sus ojos ardían por haber mirado demasiado tiempo la laptop, así que decidió hacer una pausa y levantarse. Pero al hacerlo, un mareo la golpeó.
—Estoy bien —emitió, intentando tranquilizar a Natalia, una de sus compañeras, que la miraba con inquietud. No quería levantar sospechas.
—¿Está segura? —preguntó Natalia, preocupada.
—Sí, solo iré al baño —respondió Amelia, tratando de sonar convincente.
Una vez en el baño, se miró al espejo y notó que su rostro estaba pálido. No se veía nada bien. Tal vez sería adecuado pedir permiso para irse a casa temprano. Pero mientras pensaba, su corazón dio un vuelco. Todo apuntaba a que probablemente podría estar embarazada.
—Espero que hayas usado protección de verdad, Ethan —escupió al aire, recordando las palabras del hombre que le aseguró ser precavido.
Trató de calmarse y salió del baño. Más tarde, cuando fue a la cafetería favorita de su jefe por un café helado, aprovechó para comprar un test de embarazo en una farmacia cercana. También se sometió a una consulta rápida y se hizo exámenes de sangre. La persona que la atendió fue muy amable y le explicó que los resultados llegarían directamente a su correo.
Sabía que su jefe estaría molesto por haberse tardado más de la cuenta, así que se preparó mentalmente para un regaño. Sin embargo, al llegar a la oficina, se sorprendió al no encontrar a Ethan allí. Un poco aliviada, dejó su bebida sobre el escritorio y salió rápidamente.
Con nerviosismo y un temor creciente, se encerró en el cubículo del baño y siguió las instrucciones del test. Los cinco minutos más eternos de su vida pasaron antes de que finalmente llegara el momento de ver el resultado. Al girar el test, un escalofrío la recorrió; el miedo y la ira se entrelazaron en su pecho.
Dos rayas. Un positivo. Un embarazo.
—Estoy embarazada —soltó, cubriéndose la boca mientras las lágrimas brotaban rápidamente. Lloró con desesperación, preguntándose qué sería de su vida y cómo podría afrontar una situación como esa. También dudaba si sería correcto comentarle a Ethan o simplemente mentir al respecto.
Una vez frente al espejo del baño, trató de arreglar su apariencia. Era evidente que había estado llorando desconsoladamente, así que intentó retocar su maquillaje y se lavó las manos. Dibujó una sonrisa fingida; debía aparentar que todo estaba bien, aunque su mundo acababa de ser bombardeado por una noticia que lo cambiaba todo.
Continuó trabajando como si nada hubiera pasado, incluso vio a Ethan pasar por la oficina, un hombre que ahora parecía evadirla y solo le hablaba para asuntos laborales. Tras finalizar el trabajo que le pidió, se dirigió a su oficina para entregárselo. Aún sintiéndose un poco débil, entró en la oficina de Ethan y dejó los papeles sobre su escritorio. Él ni siquiera levantó la vista de la portátil.
—Señor Blackwood, he dejado los documentos que me pidió —anunció Amelia.
Finalmente, Ethan la miró, aunque con desdén.
—Puedes irte —respondió sin interés.
Ella asintió con la cabeza y giró sobre sus talones para salir, pero algo en su interior la impulsó a enfrentarlo y desafiarlo.
—¿Por qué me tratas así? ¡Actúas como un idiota!
Él se sorprendió por su reclamo y abandonó su asiento, acercándose a ella.
—¿Idiota? Supongo que debo recordarte que soy tu jefe y tú solo eres mi empleada. No sé a qué te refieres con el trato que te estoy dando. Después de todo, eres mi empleada, Lila. ¿Quieres preferencia? Estás en el lugar equivocado.
Las palabras de Ethan fueron como dardos, atravesando su corazón. Su tono hiriente la afectó profundamente.
—Todo cambió desde que te confesaste y yo no quise comenzar una relación contigo. Estás haciendo esto porque odias que te haya rechazado —agregó ella, molesta. Él se acercó aún más, quedando a escasos centímetros de ella.
—Sí, hago esto porque no falta mucho para casarme. ¿Es correcto mantener una amistad cuando estoy en una relación y a punto de casarme? —cuestionó con una sonrisa arrogante, mientras Amelia se sacudía por emociones confusas que no podía mitigar.
Se sentía alterada.
—¿Por qué no me lo habías dicho? No tenía idea —su voz se quebró.
Ethan resopló, frustrado. Ella no parecía afectada y eso lo irritaba aún más.
Ella no podía creer que él se casaría. No sabía que estaba en una relación y mucho menos lo había visto con una mujer. ¿Una boda de la nada? Que raro.
—No te incumbe, por eso no te lo dije. Sal de mi oficina —respondió él, con tono cortante.
—Ethan, nos conocemos desde niños y ahora te has convertido en una persona que desconozco —se atrevió a decirle.
Él se frotó la sien, sintiéndose abrumado.
—¿A dónde quieres llegar con eso? Las personas cambian, Lila.
En ese instante, su teléfono sonó. Al revisarlo, se dio cuenta de que eran los resultados de los análisis de sangre. Su labio inferior tembló y ahogó un sollozo. Era un hecho: estaba embarazada. Apartó la vista de la pantalla y observó a Ethan, que con su mirada afilada y su postura imponente seguía frente a ella. Ese idiota iba a ser padre, y ni siquiera se lo imaginaba.
—Sigues siendo un cretino —señaló, girando los ojos antes de salir de la oficina.
Ethan apretó los puños a los costados, encapsulando el enojo que Lila le provocaba, pero también sintió una punzada de culpa. No estaba siendo justo con ella.