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02

Cuando Lila salió del baño, se esforzó por ocultar lo afectada que se sentía tras enterarse de la infidelidad de Thomas, ese idiota que le había hecho sentir como una tonta. Al mirar hacia la mesa, vio a Ethan todavía sentado, y decidió acercarse a él. Se sentó, pero el silencio que envolvía la mesa era palpable, lo que hizo que Ethan se percatara de que algo no estaba bien.

—¿Algo ha ocurrido para que te sientas de pronto mal? —averiguó, con preocupación en su voz.

—¿Cómo cree, jefe? Claro que no.

—Eso parece —dejó escapar un suspiro—. Y ya no estamos en el trabajo, deja de ser tan formal.

Ella asintió, tratando de desviar sus pensamientos.

—Como tú digas, Ethan —dijo, intentando ofrecerle una sonrisa que no llegó a sus ojos.

Él le devolvió la sonrisa, pero Lila no pudo evitar sentir que algo se había roto dentro de ella. Más tarde, se presentó un inconveniente: un accidente en la carretera había provocado un tráfico terrible y congestionado.

—Mañana será un día agotador en el trabajo, así que nos quedaremos en un hotel —informó Ethan.

Lila solo quería cerrar los ojos y despertar de la pesadilla que era su realidad, así que optó por no opinar y dejó que él tomara las riendas de la situación. Finalmente, llegaron al hotel lujoso. Ethan se encargó de hablar con la recepcionista, pero para su sorpresa, todas las habitaciones estaban ocupadas, excepto la suite que solía reservar. Se volvió hacia Lila, que parecía sumida en sus propios pensamientos, ajena a lo que sucedía a su alrededor.

—Está bien, tomaré entonces la suite presidencial —declaró Ethan, dirigiéndose nuevamente a la recepcionista.

Lila lo miró, con los ojos abiertos como platos.

—Eso significa que tendremos que dormir en la misma habitación.

Ethan le regaló una sonrisa conciliadora.

—No es algo de otro mundo. Además, la habitación es enorme. Puedes dormir en la cama, y yo escogeré el sofá, si así lo prefieres.

Ella no dijo nada más. Ambos se dirigieron a la habitación, y al entrar, Lila se quedó observando el lugar. La suite presidencial era un espacio opulento y acogedor, decorado con un gusto exquisito. Se extendía en una amplia área, con ventanales que ofrecían vistas panorámicas de la ciudad iluminada.

La suite era lujosa, con un sofá en forma de L, mesas de café de cristal y una alfombra persa que aportaba calidez. En el centro, una lámpara de araña iluminaba suavemente el espacio, mientras que la cama king con sábanas de algodón egipcio y diez almohadas parecía un refugio acogedor. También había una mesa de trabajo con una silla ergonómica para asuntos laborales.

El baño se asemejaba a un mini spa, con una bañera de hidromasaje, ducha de cristal y fragancias de productos de lujo en el aire. A pesar de haber estado allí antes, Lila sentía una nueva intensidad emocional al pensar en compartir la suite con Ethan, su jefe.

Mientras se perdía en sus pensamientos, Ethan se acercó a ella, rompiendo el silencio.

—¿Todo bien? —inquirió, su voz llena de un tono amable y preocupado —. Está tan tensa.

Ella lo miró, intentando sonreír, pero sabía que frente a él, incluso si fingía, no sería creíble.

—Sí, solo... necesito entrar al baño y tomaré una ducha. Aunque no he traído nada conmigo.

—Puedes usar una de mis poleras —anunció en busca de aquello y se la tendió.

Ella agradeció y entró al baño. Tras una ducha reconfortante, se puso la polera, al menos cubría hasta sus muslos, y es que ella era alguien de estatura pequeña, Ethan un hombre altísimo.

Cuando salió no lo encontró, hasta que lo avistó bebiendo. ¡Él nunca solía beber alcohol! Estaba tan confundida.

—Ethan. La última vez que bebiste, te pusiste tan pesado —apuntó, en ese momento el hombre miró a su dirección y pasó saliva con dificultad al verla llevando su polera nada más, con todo ese cabello húmedo y revuelto ella realmente se veía demasiado atractiva.

Se terminó ese último sorbo de golpe y avanzó hasta ella haciendo que Lila se sintiera nerviosa. Sus ojos miel se llenaron de intriga al ver a Ethan actuando tan diferente.

Ni siquiera se lo esperó cuando sus labios se estamparon sobre los suyos. Un beso suave y devorador al mismo tiempo, exigente y dulce.

Su delicioso aliento a vodka golpeó su rostro y ella empezó a sentir su respiración errática.

—Ethan, ¿qué es lo que haces? —casi titubeó.

—Lo que siempre quise hacer, desde que comencé a enamorarme de ti, Lila. Ya no lo soporto más... —declaró haciendo que ella se aturdiera —. Siempre me pregunté si estuve queriendo en secreto a la persona equivocada, ahora solo quiero que todo se vaya al infierno, esto que siento por ti es tan real...

Él sostuvo su rostro con delicadeza y ella tenía las mejillas calientes y su pecho agitado.

—No puedes decir esas tonterías, has bebido demasiado y de seguro el alcohol está afectando tu cabeza —acusó, a lo que él negó.

—Te quiero a ti, de verdad te deseo tanto Lila, solo quiero perder la cabeza y hacerte mía.

Ante la declaración, ella creyó que su corazón sería sacudido por un infarto. Entonces lo besó, esta vez ella lo hizo con arrebató y locura.

Tal vez llevada por el dolor de una infidelidad al día de su aniversario de noviazgo, quizás por despecho y por rabia, sin embargo un motivo más se dibujó, mientras la ropa desaparecía y ambos cruzaban la línea, derrumbando el muro que siempre los separó.

Esa noche solo ellos fueron cómplices del desenfreno y de lo que sentían mutuamente, sin pensar en el mañana, ignorando quizás un resultado problemático.

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