Read with BonusRead with Bonus

01

Lila Hayes era una mujer afortunada de ser la asistente de uno de los hombres más cotizados del país. Ese era Ethan Blackwood, con quien trabajaba desde hacía varios años atrás.

Ella era una mujer trabajadora y se sentía en una nube de trabajar para el CEO y presidente de Blackwood Enterprises, quien, más allá de ser su jefe, era un amigo cercano.

Lila conocía a Ethan desde que ambos eran tan solo unos niños. El vínculo que surgió entre ellos se volvió especial. A su edad, veintitrés años, podía decirse que era capaz de cubrir sus gastos, tenía un cómodo apartamento y podía alejarse de las preocupaciones financieras.

Lo mejor es que podía seguir aprendiendo a la par de Ethan.

¿Era su vida perfecta? En absoluto. Lila enfrentaba las exigencias de su jefe, un hombre obsesionado con el trabajo, la perfección y la puntualidad. Sin embargo, él era su amigo de la infancia y, con el tiempo, se había acostumbrado a su forma de ser.

—¿Ya estás lista? ¿Nos vamos? —preguntó Ethan, haciendo acto de presencia en su campo de visión, a lo que ella asintió.

—Sí, vamos —emitió la mujer, haciendo contacto visual, la intensidad de sus ojos azules la sometió, ella sacudió la cabeza extrañada por el efecto.

Blackwood era realmente un hombre imponente y musculoso, sus rasgos masculinos lo volvían bastante atractivo, era el tipo de hombre que volvía loca a las mujeres, siempre tan guapo y usando un traje a la medida exclusivo de diseñador.

Ni hablar de su cabello oscuro y prolijo contrastaba perfectamente con su piel clara.

Ella suspiró y su perfume varonil azotó su túnel nasal. ¿Por qué era tan perfecto? Claramente no lo era, pero estaba cercano a la perfección, a lo idóneo.

Era un tipo guapo e intelectual. Dejándola desconcertada por su habitual manejo natural con los demás. Era admirable.

Sí, un hombre guapo, inteligente y adinerado. Pero... ¿por qué a sus treinta seguía atado a la soltería? No lo entendía. Tal vez solo estaba enfocado en el trabajo.

El hombre subió a su auto deportivo y ella se acomodó de copiloto, poniéndose el cinturón de seguridad.

Mientras se ponían en marcha, Lila se miró a sí misma, como si no estuviera satisfecha.

Recodaba que salió de volada y se puso lo primero qué se topó en su armario. Esa blusa roja y la falda a juego. Una sonrisa apareció en sus labios al mirar los zapatos louboutin qué llevaba, esos stilletos negros que recibió hace poco como un regalo de Ethan. Sus favoritos.

Todavía recordaba la cara que puso al darse cuenta del precio tan exorbitante. ¡Solo por unos zapatos!

Ethan la miró de reojo pero no dijo nada. Mientras que ella se observó en su pequeño espejo. Llevaba delicados accesorios, el cabello recogido y una ligera capa de maquillaje.

Era la apariencia ideal para el trabajo.

—Lila, ¿Te pasa algo?

—No me pasa nada, jefe —soltó mirándolo confundida.

Él sonrió. Le hacía gracia que en el ámbito laboral fuera tan formal.

—Lila, ¿has terminado lo que te pedí esta mañana? —averiguó cambiando de tema.

—Sí, todo está en orden.

—De acuerdo.

—Aunque el día de hoy deseo volver antes a casa. Thomas y yo...

—No me interesan tus asuntos de pareja, Lila.

—Solo quería decir que hoy es nuestro aniversario de noviazgo.

Ethan no dijo una palabra más, sin embargo cada vez que pensaba en Thomas, sentía tanta rabia. A simple vista parecía ser un idiota y su amiga y asistente merecía algo mucho mejor.

Poco tiempo después, llegaron al restaurante donde Ethan tenía una reunión con Máximo, un hombre muy relevante en esos días.

El revuelo en su estómago no se calmaba. Al darse cuenta de su estado, Ethan se acercó y colocó una mano en su espalda baja, acercándola a él. Ella sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, y su corazón comenzó a latir desbocado. Se regañó a sí misma por sentirse así y trató de aparentar que todo estaba bien.

—¿Por qué te sigues poniendo tan nerviosa? —quiso saber Ethan, con una sonrisa cálida.

Lila intentó devolverle la sonrisa, aunque era más una mueca nerviosa.

—No tengo idea. Estoy bien —susurró, esforzándose por sonar convincente.

Finalmente, entraron al restaurante y se ubicaron en una mesa reservada por ella. Poco después, el señor Máximo hizo su aparición, saludando a ambos con un apretón de manos firme y profesional. La conversación entre Ethan y Máximo fluyó con naturalidad, llena de términos de negocios y elogios mutuos.

A medida que la charla avanzaba, Lila comenzó a sentir que su interés se desvanecía. Los temas tratados estaban demasiado alejados de sus inquietudes y deseos personales. Sin embargo, se esforzó por tomar notas en su tableta y mantener la atención.

Finalmente, Máximo dio por concluida la charla, satisfecho con el intercambio.

—Ha sido un placer, Ethan. Espero que podamos vernos pronto —dijo, antes de marcharse con una sonrisa cordial.

De repente, Lila se encontró sola en la mesa con Ethan

—Quiero comer algo, ¿y tú? —propuso él, mirando el menú.

—Estoy bien —respondió ella, tratando de mantener la calma.

—Insisto —replicó él, con un tono que no dejaba lugar a dudas —. ¿Por qué quieres saltarte la comida? No es bueno para tu salud.

Ella iba a decir algo, pero en ese momento su teléfono sonó. Al revisarlo, su corazón se detuvo.

"Thomas y yo la hemos pasado muy bien".

Las imágenes que acompañaban el mensaje la dejaron helada: su actual novio posando junto a una rubia voluptuosa, ambos en una actitud íntima y despreocupada, como si el mundo no existiera.

Con la voz entrecortada, se dirigió a Ethan.

—Necesito ir al baño, no me tardaré mucho.

Él asintió, y Lila se apresuró hacia el baño, sintiendo cómo sus palmas empezaban a temblar. Una vez dentro, tomó unos momentos para recuperar el aliento; la presión en su pecho era casi insoportable, y sentía que iba a desfallecer.

Con manos temblorosas, marcó el número de teléfono de Thomas. Cuando él atendió, las palabras se le atascaban en la garganta. No sabía por dónde empezar.

—Dime, amor —comenzó él, con un tono despreocupado que le hizo hervir la sangre.

¿Cómo podía decirle así después de haberle sido infiel? La ira creció dentro de ella, devorando cualquier rastro de calma.

—¿Amor? ¿Cómo puedes ser tan imbécil y decirme "amor" después de haberme engañado con alguien? ¡He recibido fotografías de ti con una mujer! ¡Habla de una maldita vez!

El silencio que siguió se alargó, aumentando su angustia.

Finalmente, una risa burlona se filtró por el auricular, como si él estuviera disfrutando de su sufrimiento.

—Es cierto que te engañé. ¿Y qué? Terminemos con esta relación, no ha sido más que una pérdida de tiempo.

La llamada se cortó abruptamente, y Lila se quedó con el teléfono en la mano, sintiéndose como si un pedazo de su corazón hubiera sido arrancado. En ese momento, algo se rompió dentro de ella; se sintió desolada, perdida, engañada y traicionada. Las emociones la inundaron, luchando por salir a la superficie, mientras su mundo se caía a su alrededor.

Previous ChapterNext Chapter