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CapÃtulo 3
Los ojos de Nicolás se abren como platos al escuchar esto; siente cómo la rabia se apodera de él.
—¡No puedes hablar en serio! Es un bastardo, deberÃa ser odiado por todos —gruñe Nicolás—. Tú jamás te rebajarÃas con alguien como él.
—¿Rebajarme yo? El que se rebajó fuiste tú cuando te revolcaste con mi mejor amiga. Yo decidiré lo que merezco, y tal vez un lobo como Bruno sea justamente lo que necesito ahora —Ariadna lo mira, segura de sus palabras.
—¿Qué quieres? ¿Vengarte? —gruñe él—. Jamás soportarÃa verte con otro, y mucho menos si ese otro es el bastardo de mi medio hermano, el lobo que más odio sobre la faz de la tierra.
—¡Tendrás que soportarlo! Porque quizá Bruno sea mi esposo.
—¡No lo voy a permitir! Los prefiero muertos —Nicolás enfurece.
Ariadna se suelta de su agarre; de alguna manera, le satisface verlo asÃ.
—Creo que el Alfa deberÃa ir a acompañar a su esposa.
En ese momento, Henry, el padre de Ariadna, llega e interrumpe el incómodo momento.
—¿Qué quieres, Nicolás? Después de lo bochornoso que fue anoche, prefiero que mantengas la distancia de mi hija —Henry marca su territorio.
—QuerÃa aclarar las cosas con Ariadna, pero también pedirte que abramos el testamento que mi padre dejó en tus manos para ser leÃdo el dÃa de mi boda. Los ancianos esperan las determinaciones que dejó allÃ.
Nicolás suspira, intentando recuperar la calma, aunque sus manos tiemblan de enojo al imaginarla con su hermano.
—No podemos abrirlo —explica Henry, cruzando los brazos.
—¿Qué? Si esto es una venganza por lo que sucedió, te recuerdo que debes respetar la decisión de mi padre de abrir el testamento el dÃa de mi boda —Nicolás levanta la voz.
—Jamás harÃa algo asà —gruñe Henry—. Pero las indicaciones exigen que tu hermano también esté casado.
—¡No es mi hermano! Es solo un bastardo... ¿Por qué mi padre lo incluirÃa en el testamento?
—Son sus indicaciones.
Ariadna siente curiosidad y, después de que Nicolás se va, su padre la reprende de inmediato.
—No quiero que, después de lo que sucedió, estés en boca de todos. Bruno es un rechazado; creo que es un buen lobo, pero, lamentablemente, siempre cargará con esa marca.
Ariadna besa a su padre en la mejilla, como si lo ignorara, y decide ir en busca de Bruno de inmediato.
Mientras tanto...
Nicolás llega a su casa, donde Luciana se abalanza sobre él, intentando besarlo.
—¡Aléjate de mÃ! Quiero dejarte claro, que nos casamos por obligación, pero no esperes que te trate como mi reina, porque ese lugar siempre será de Ariadna.
—¡¿Por qué?! Ella no es mejor que yo. Todos lo dicen, siempre me comparan, pero no, ella no es mejor que yo.
Nicolás le da una bofetada.
—Sà es mejor que tú. Ariadna es la hija de uno de los lobos más ricos y respetados; su sangre es limpia, es inteligente y la loba más hermosa. Tú solo eres la hija de un lobo fracasado que falló en todo lo que intentó y viviste de la caridad de tu tÃo.
Él la deja sola y se encierra en la biblioteca, mientras ella golpea el suelo; por primera vez, se siente libre de admitir que odia a Ariadna, aquella que siempre la quiso como una amiga.
Ariadna llega a la casa de Bruno, donde una joven loba la recibe con una mirada de arriba abajo.
—¿Qué quiere usted aqu� Creo que Bruno ya fue muy amable con usted —gruñe la loba, molesta.
—¿Quién eres tú? ¿Su novia? —pregunta Ariadna, frunciendo el ceño.
—Me llamo Lola. Soy la mano derecha de Bruno, su amiga Ãntima. Y él no está. Creo que usted confundió su amabilidad con otra cosa.
Ariadna suspira.
—Lo esperaré.
—¡Váyase! No es bienvenida aquÃ; usted es como todos los de la élite, solo nos ve con asco.
En ese momento, la puerta se abre, y Bruno entra sin camisa, sudoroso y algo sucio después de un dÃa de trabajo.
Ariadna no puede evitar notar su cuerpo varonil, digno de un lobo Alfa.
—¿Qué haces aquÃ, cachorrita? Ya sé, te gustó mi olor y ahora crees que yo soy tu destinado.
—¡Por favor! Tu olor solo me produce asco. Báñate, y te espero en tu estudio. Quiero proponerte algo.
El lobo sonrÃe pÃcaro y sube a su habitación; Ariadna mira a Lola con cierta altivez y le pide un vaso de agua.
Ariadna recorre la pequeña habitación de estudio y observa la biblioteca de Bruno, notando que es un hombre culto.
—Ya estoy decente para la loba caprichosa. Quiero decirte que soy gentil contigo por lo que te sucedió, pero no abuses; nunca me caerás bien —Bruno le pide que tome asiento.
—Seré breve: casémonos —Ariadna cruza las piernas y se sienta con clase y determinación.
Bruno suelta una carcajada.
—Definitivamente, lo que pasó ayer te volvió loca. ¿Casarnos?
—Es conveniente. Yo quiero vengarme de Nicolás, y sé que para él no habrÃa nada más doloroso e incluso humillante que yo sea tu esposa —Ariadna sonrÃe.
—¿Y qué gano yo? No respondas que ganar una esposa como tú, porque para mà estás lejos de ser un trofeo; más bien, eres un castigo.
—¿PodrÃas comportarte como un lobo serio? —gruñe Ariadna—. Escuché a mi padre decirle a Nicolás que, cuando te cases, se leerá el testamento de tu padre. Es claro que, si dejó esa condición, es porque te dejó dinero.
Bruno abre los ojos.
—Interesante —dice con sarcasmo—. Para alguien que le interese el dinero. Yo no lo quiero; esta hacienda es suficiente.
—Bruno, no seas obstinado —Ariadna suspira—. PodrÃas finalmente ser respetado; casarte conmigo te darÃa ese respeto que la élite te ha quitado. Yo me encargarÃa de convertirte en un lobo decente.
Bruno se enfada.
—Soy decente, mucho más que los lobos de tu élite. Solo que no tengo «la sangre limpia» —suspira—. Tú nunca lo vas a entender. Vete.
Ariadna se levanta y se detiene en la puerta.
—¿Qué quieres que te ofrezca para que aceptes?
—Hay cosas que el dinero no puede comprar
—Bruno suspira.
—Lo sé, pero al menos podrÃa intentarlo. ¿Qué quieres?
—Quiero saber quién mató a mi padre.