




Capítulo 1. ES UNA CATASTROFE (2)
—Te digo que lo amo— me dijo Marypaz cuando las clases terminaron y mientras estábamos sentadas sobre el mesón del aula abandonada—. ¿Lo escuchaste hablando en francés?—y largó un eterno, sonoro y melodramático suspiro.
—Lo escuché y elevó a otro nivel lo sexy. Pero que hermano más distinto, ¿no?—respondí continuando con mi almuerzo.
Según lo que habíamos averiguado desde que entraron al salón hasta este momento, su padre era diplomático y había sido transferido a nuestro país. Por esos continuos viajes era que habían aprendido todos esos idiomas.
—Yo escuché que Ramsés fue expulsado de su antiguo instituto por golpear a un chico hasta mandarlo al hospital y que estaba drogado y borracho cuando lo hizo—dijo Marypaz casi susurrando, como si alguien nos pudiese escuchar.
—Suena demasiado rebuscado, ¿no crees?
—Cuando el rio suena es porque piedras trae— me respondió
—Bien—dije cambiando el tema mientras limpiaba mis manos—¿Cómo haremos lo de la tutoría?
—Tú ayudas a Ramsés y yo a Gabriel.
—E Rámses—dije imitando su acento robándole carcajadas a Marypaz. Cuando se calmó proseguí en mi propia voz—. En realidad pensé que yo podría ayudar a Gabriel
Mis mejillas me traicionaron y mi mejor amiga me descubrió.
—¡Te gusta también!—dijo divertida e incluso alegre—. Esto es genial.
—Nos gusta la misma persona, es una catástrofe.
—No lo es—porfió—, porque ahora podremos sufrir de desamor juntas.
—Hablas como si alguna vez hubiésemos sido correspondidas—rodé mis ojos en respuesta aunque me contagié de su alegría.
—Pero no puedo enseñarle a Rámses—dijo exagerando su pronunciación— me intimida demasiado. Por favor, por favorcito Mia, por fis—rogó con tanta insistencia, usando el diminutivo que usaba mi familia—. ¡Tengo una excelente idea! Propongamos la tutoría al mismo tiempo. Así podemos pasar tiempo con Gabriel y rehuirle a Rámses al mismo tiempo.
—Bueno Marypaz, por fin usas esa cabecita tuya para algo más que esas coletas—dije burlona, ganándome un merecido empujón—.
—Chicas—dijo la directora Elvira pegándonos un susto de muerte—. Sabían que estaban aquí, pero ¿Cuántas veces les he dicho que este salón esta fuera de los límites?
—Lo lamentamos tía—dijo Marypaz mostrando su labio inferior en un clásico puchero—pero es nuestro pequeño santuario.
—Bueno ahora será santuario y salón de tutorías—dijo al tiempo que daba paso a Gabriel y Rámses al aula.