




02
Confundida y sorprendida por lo que estaba sucediendo, se encontró sentada junto a varias personas que jamás había visto. Mientras escuchaba al oficiante llevar a cabo la ceremonia, se sentía atrapada y sin salida. Aunque todavía mantenía sus planes de arruinar la boda, no pudo evitar preguntarse quiénes eran esas personas que le dedicaban miradas disimuladas a ella y al hombre a su lado.
Entonces, lo comprendió todo al leer los labios de una señora que pronunciaba la palabra "novia" mientras señalaba con la cabeza en su dirección.
—¿Qué...? —frunció el ceño, confundida, y miró al hombre en busca de una explicación, pero este solo se limitó a asentir hacia la señora, confirmando sus dudas.
El hombre, al ver las intenciones de la pelirroja de levantarse de la silla, colocó su mano en su espalda, sintiéndola estremecer bajo su tacto, y se inclinó hacia ella, susurrando en su oído.
—Ya habíamos acordado que me seguirías la corriente... —dijo, y al ver la expresión perpleja de la joven, supo que no era ella la persona que estaba esperando—. Espera, ¿Tú...?
Justo en ese momento, avistó una silueta en la entrada del gran salón y se dio cuenta del error que había cometido.
¡Maldición!
La mujer a su lado no era la que había contratado para que fingiera ser su novia; se había equivocado de persona. Pero hasta ahora, los que lo habían visto llegar se habían tragado la mentira que él mismo había esparcido al decir que estaba saliendo con alguien.
—¿Yo qué? —lo miró sin entender de qué hablaba, pero luego cayó cuenta de lo que pasaba al mirar a la mujer por encima de su hombro.
—Solo sígueme la corriente, ¿sí? —ofreció, rogando que aceptara.
Celeste estaba a punto de protestar cuando escuchó los aplausos que la sobresaltaron. Miró a su alrededor, su atención se desvió hacia Arthur, quien se había acercado a la novia para besarla tras pronunciar sus votos ante el oficiante y aceptarla delante de todos.
La rabia hervía dentro de ella, sabiendo que había perdido la oportunidad de arruinar la felicidad de su exnovio por culpa de aquel hombre que se había interpuesto en sus planes de venganza.
"No puedo permitir que esto se quede así," pensó, mientras se forzaba a sonreír.
Así que miró al hombre que aún mantenía su mano aferrada a la suya, y sintió que el destino estaba a su favor.
"¿Así que necesita que finja ser su novia? ¿Por qué no jugar a esto?" pensó, mientras una chispa de desafío iluminaba sus ojos.
—De acuerdo, pero con una condición —musitó, mirándolo.
Finalmente, había llegado el momento de felicitar a los recién casados. Celeste se sentía como un pez fuera del agua, pero al mismo tiempo, una extraña satisfacción la envolvía al ver que Arthur y su esposa se acercaban hacia donde estaba. Leander, como se llamaba el hombre, abrazó primero a su hermana y luego a su cuñado.
Celeste no tenía idea de que relación había entre Leander y ellos, pero a juzgar por el parecido, él era familiar de la novia. ¿Tal vez era su hermana?
—Felicidades —exclamó, compartiendo su alegría. Sin embargo, su rostro revelaba una expresión que contrastaba con sus palabras.
Cuando llegó el turno de Celeste, los ojos de Arthur se encontraron con los de ella, y en ese instante, el tiempo pareció detenerse. Ella notó cómo palidecía, y la tensión en su cuerpo era palpable, como si en cualquier momento fuera a desmayarse. Un remolino de emociones la inundó.
—Leander, te lo traías bien guardado, ¿eh? —señaló la joven vestida de novia, quien, por el parecido, Celeste intuyó que era hermana del desconocido—. Es un placer conocerte. Soy Angeline.
—Soy Celeste, y el placer es todo mío —respondió la pelirroja, manteniendo la mirada fija en Arthur antes de añadir—. Felicidades a ambos. Les deseo lo mejor y espero que sean felices.
A pesar de que sus palabras carecían de sinceridad, ninguno de los presentes pareció darse cuenta de sus verdaderas intenciones. Al menos, no los hermanos. Arthur, por otro lado, sí percibió la falsedad en su tono, lo que le hizo tragar saliva con dificultad, sintiendo que el aire escaseaba a su alrededor.
Angeline le sonrió con cordialidad.
—Muchas gracias. Cariño, conoce a la novia de Leander —se dirigió a su esposo, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, con una expresión de desconcierto.
Él se limitó a asentir, incapaz de reaccionar. Sus manos sudaban, y no era solo por la presencia de su cuñado, sino por la pelirroja que estaba frente a él. No podía creer que su exnovia se presentara en el día de su boda, y mucho menos que se hubiera enterado de su compromiso.
—U-un gusto... Arthur —titubeó, extendiendo la mano, que temblaba ligeramente.
Celeste hizo un gesto de entrelazar sus manos con las de él, pero, en un arrebato de provocación, se alejó, llevándolas a su barbilla, pensativa.
—Tu rostro me resulta familiar. ¿Nos hemos visto antes? —soltó, disfrutando del desasosiego que causaba en él.
Observó cómo la manzana de Adán de Arthur descendía al tragar saliva, notando cómo su cuerpo comenzaba a transpirar. Leander y Angeline los observaban, intrigados, intensificando aún más la incomodidad de Arthur.
—N-no, no lo creo... —tartamudeó, incapaz de sostener la mirada de Celeste.
—Insisto, tengo muy buena memoria y estoy casi segura de que te he visto antes —continuó diciendo la pelirroja, claramente con la intención de incomodarlo delante de su esposa y cuñado—. Pero bueno, olvídalo, tal vez te he confundido.
—A menudo le dicen que se parece a un actor, quizás por eso —comentó Angeline, bromeando.
—Sí, seguro que sí. —Celeste forzó una sonrisa, sintiendo cómo Arthur parecía querer huir de ella.
Los recién casados se alejaron, acorralados por el resto de los invitados.
Celeste no apartó la vista de su exnovio hasta que este desapareció entre la multitud. Un bufido escapó de sus labios mientras maldecía en voz baja. Fue entonces cuando recordó que Leander aún permanecía a su lado.
—¿De verdad no se conocen o solo han fingido? —inquirió, estudiando su rostro como si intentara desentrañar lo que ocultaba.
—Lo confundí con alguien más —mintió, sintiendo cómo la ansiedad la invadía bajo la mirada penetrante de él—. Ahora es mi turno de preguntar, ¿por qué traes una novia falsa a la boda de tu hermana?
Leander hizo un gesto despectivo con la mano, restándole importancia al asunto, y la miró con seriedad.
—No tengo tiempo para explicaciones, pero quiero saber qué tan dispuesta estás a seguir con esta mentira solo por esta noche.
Las cejas de Celeste se alzaron en sorpresa. No tenía intenciones de continuar con esa mentira, pero la idea de hacer sufrir un poco más a Arthur le pareció tentadora.
—Depende de cuánto ofreces —contestó, sin desaprovechar la oportunidad de obtener algo a cambio.