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Daniel entró a la sala de espera en la que se paseaba una Diana bastante angustiada. Apenas lo vio, ella corrió a él y lo abrazó.

—Viniste –lloró ella en su pecho, ahogando sus sollozos sobre su camisa—. ¡Viniste!

—Claro que vine –susurró él, abrazándola. Ella no dejaba de llorar, los hombros le tem...