




EL TIO FAVORITO
Capítulo 4
Volví a casa en silencio, con la ropa manchada por el berrinche de Luciana.
Después del altercado necesitaba respirar, cambiarme y reorganizarme, tenía que ganarme a mi suegra.
Mientras me quitaba la blusa frente al espejo del baño, escuché la puerta crujar. Me giré. Felipe estaba ahí, mirándome con esa intensidad que últimamente me incomodaba.
—¿Qué haces? —pregunté, cruzando los brazos tapando mis senos.
—Quiero estar contigo —susurró, entrando sin esperar respuesta.
Se desnudó lentamente y se metió a la ducha conmigo. Me besó, me acarició, como siempre buscando su placer, y yo, como tantas veces, fingí.
Fingí que me gustaba, fingí que todo estaba bien, quería ser una buena prometida, satisfacerlo, pero para disfrutar quise pensar en el, en Mr M,
Empecé a moverme mucho más entregada y Felipe lo noto,
—¿Te gusta verdad?
—Siiii —gruñi excitada.
Tuve un orgasmo, tan intenso que temblé, Felipe sonrió pensando que el había logrado está sensación en mi Pero fue mi mente pensando en Mr M.
Después del baño, me vestí con un vestido negro de diseñador, mi suegra Margarita, adoraba que me viera elegante.
Me esmeré en cada detalle, maquillando no solo mi rostro, sino también mis emociones. Al llegar, me recibió con un abrazo fuerte, casi maternal.
—Todo el mundo habla de lo loca que estuvo Lucíana, pero a ti te alaban. Dicen que te comportaste como toda una futura Mckenzie —me dijo con una sonrisa orgullosa.
—Prefiero no responder a sus ataques. Lucíana está herida Pero debe entender que Felipe se enamoró de mí, —respondí, apoyando mi cabeza en el hombro de él, buscando un poco de estabilidad.
Margarita asintió con seguridad.
—Lucíana nunca tuvo lo que se necesita para ser parte de esta familia. Y no es solo por el dinero, pero la reputación que dejó su padre en el club no fue la mejor.
Nos tomó de la mano y nos condujo al salón principal. A pesar de lo que decía, yo sabía que Margarita me veía como un proyecto: alguien a moldear a su imagen.
Poco después llegó Liam, el padre de Felipe, con dos tragos de whisky en la mano. Me saludó con un beso en el dorso de la mano, más largo de lo que consideraría apropiado. Había algo en su mirada que me inquietaba: una mezcla de deseo reprimido, yo sabía de eso.
—Definitivamente mi hijo eligió a una diosa —me susurro en el oido.
Felipe bebió su trago de inmediato, le parecía bien que su padre lo felicitara, siempre estaba pensando en lo que el dijera de él.
Nos dirigimos a la cena, yo cene en silencio. Las voces a mi alrededor hablaban de flores, vestidos, el menú de la boda y yo simplemente no estaba ahí. Estaba cansada y harta.
—¿Estás bien, querida? —preguntó Margarita, extrañada por mi silencio.
—Solo pensaba que usted lo haría mejor que yo. Me encantaría que me ayudara con los detalles. No tengo a mi madre para esto... —susurré, fingiendo vulnerabilidad.
Margarita sonrió y me acarició la mano.
—Tú ya eres parte de esta familia.
Liam seguía observándome, como si pudiera desnudarme con los ojos. Me estremecí.
Después de la cena, Felipe me llevó a casa. Antes de despedirse, me acarició la mejilla con ternura.
—Vas a ser la mujer más hermosa esa noche, y yo, el hombre más orgulloso.
Sonreí, pero por dentro solo sentía vacío.
Entré sola a mi apartamento. El silencio me envolvió de inmediato. A veces, cuando Felipe me dice esas cosas, siento que debería intentarlo. Que quizá, si me esfuerzo un poco más, podría enamorarme de él. Pero no es amor lo que me une a Felipe. Nunca lo fue. Esto siempre fue una transacción. Un juego de poder. Y ahora me pesa.
Muy temprano tocaron a la puerta. Un agente de telefonía me entregó un celular nuevo.
—No entiendo —le dije, desconcertada.
—Alguien reportó su línea como perdida y pidió que se la reemplazáramos. Pagó un excedente para asegurarse de que lo recibiera hoy mismo.
—¿Le dieron algún dato sobre mí?
—Por supuesto que no. La empresa mantiene la privacidad de sus clientes.
Lo supe de inmediato. Era él.
Encendí el teléfono. Estaba lleno de mensajes. Todos de él.
"No me dejes. Eres mía. Siempre lo serás."
Sentí un nudo en el estómago. Quise ignorarlo, borrar todo. Pero al revisar mi cuenta bancaria, vi la transferencia. Una cifra obscena. Llamé al banco de inmediato y pedí revertirla.
El teléfono sonó. Era él. Contesté.
—¿Qué quieres? Ya no hay nada entre nosotros.
—Estoy en la ciudad. Dime dónde envío un coche. Necesito verte.
—Te dije que no. Solo respondí para dejarlo claro. Y para decirte que devolví tu dinero. No tienes por qué seguir mandándome nada.
—¡No lo aceptaré! —gritó—. Te quiero en mi vida, por siempre.
—Gracias por todo… pero esto se acabó.
Colgué. Apagué el celular. Y con eso, intenté apagar también el pasado.
Empezó a sonar mi otro celular , pensé que había encontrado mi otra línea y respondi enojada.
—¿Que quieres?
—Soy yo... margarita, quiero invitarte está noche a cenar de nuevo, el tío favorito de Felipe está en la ciudad.
Me disculpé y accedí.
Me vestí con calma, eligiendo un vestido que supiera imponer respeto, lejos de la mirada acosadora de Liam, Quería que me vieran más allá de mi belleza que se había convertido en una maldición.
Margarita me presentó con orgullo. Las mujeres de la familia me bombardearon con preguntas. Respondí a todas con una sonrisa medida, ensayada. Ganándome poco a poco a las más duras del clan Mckenzie.
Los hermanos de Liam llegaron. La tensión entre ellos era evidente. Rencores antiguos flotaban en el aire.
Me acerqué a Felipe, buscando algo de refugio.
—¿Siempre es así? —le susurré algo burlona.
—Nadie soporta que mi padre y yo hayamos heredado todo. El único que siempre nos apoyó fue mi tío Edward Él... él fue como un padre para mí.
Edward. Había escuchado su nombre varias veces. Margarita lo adoraba. Felipe lo admiraba. Era el rebelde que no se doblegó al patriarca y aún así construyó un imperio.
—Quiero que lo conozcas —me dijo Felipe tomando mi mano.
Y entonces, lo vi.
Mi corazón se detuvo por un segundo. El aire desapareció de mis pulmones.
Él sonrió.
—Mucho gusto..—murmuró acercándose a mi mejilla para darme un beso —Mi querida Rubí.
M
r M… era Edward Mckenzie
El querido tío. El hombre que no debía formar parte de mi futuro… estaba justo en el centro de él.