




MR. M
Capítulo 2
Esa noche me quedé helada. No supe moverme, ni pensar, ni llorar. Las sirenas de la policía rompieron el silencio apenas los vecinos denunciaron los disparos. Fue ese sonido el que me sacó del trance, el que me obligó a reaccionar. El miedo me empujó a correr por el jardín, con el corazón latiendo desbocado y los pies temblorosos. Sentía que no avanzaba, que el suelo se me tragaba con cada paso.
Al llegar a casa, cerré la puerta con seguro y me dejé caer al suelo. El aire me faltaba. No podía dejar de pensar en lo que vi. La mujer de la que hablaban esos criminales era yo.
La que sabía secretos, la que había escuchado confesiones de políticos y empresarios sin filtro alguno. Infidelidades, amantes escondidos, acuerdos sucios, Roger siempre quiso un confidente para desahogar su alma de los oscuros secretos que tenía, y esa fui yo.
Todo lo sabía, y podia ser un cabo suelto.
Entré al baño aun con las piernas de gelatina, necesitaba agua caliente para calmar el temblor en mis manos. Pensé en Roger.
Él siempre fue cauteloso, jamás quiso que nuestra relación saliera a la luz, evitaba los escándalos, ¿Como sabían que lo veía los Jueves?.
El celular vibraba sin parar. Era Felipe, Lo dejé sonar varias veces antes de contestar. —Me siento un poco mal,— susurré, intentando sonar normal.
—Mi mamá quiere que invitemos a toda la familia para que te conozca en dos semanas. Si no quieres, lo entiendo.—
—Está bien. Solo recuérdamelo más adelante. Tengo que colgar.— Apagué el celular y me asomé por la ventana. Sentía que en cualquier momento alguien podría venir a buscarme.
Me tomé un par de pastillas para calmar la ansiedad. Las manos seguían sin responder bien, y el miedo era tan real que dolía respirar, hasta quedar dormida.
Cuando desperté, ya era de día. Las noticias llenaban la pantalla del televisor. Roger acaparaba todos los titulares. "Los asesinos del empresario fueron abatidos al resistirse al arresto".
Tragué saliva. Por un lado me aliviaba, pero sabía que los que dieron la orden seguían libres y yo seguía siendo un riesgo para ellos.
Lo único que podía hacer era asegurarme un lugar donde nadie sospechara. Y ese lugar era junto a Felipe. Nadie dudaría de la futura esposa del heredero de los Mackenzie.
Lo llamé y nos vimos esa tarde. Necesitaba fingir que todo iba bien. —Voy a viajar el fin de semana. Quiero ver vestidos de novia en otras ciudades.— Mentí con una sonrisa.
—Sabes que me parece perfecto. Quiero que seas la novia más hermosa.— Me besó.
Fuimos a su apartamento, hicimos el amor en la alfombra, frente a la chimenea.
Felipe era intenso en la cama, pero solo se preocupaba por su placer, lejos de Mr M que parecía disfrutar verme complacida.
Fingí cada gémido. A pesar de mi mente nublada por Roger, tenía que retener a Felipe atrapado en mis encantos, y el sexo era lo que más disfrutaba.
Muy temprano empaqué temprano mi maleta. Un auto me recogía siempre en el mismo hotel. Mr M, mi reserva a nombre de Rubi. El jet privado me esperaba para llevarme a su isla.
Apenas bajé, sentí las miradas. El vestido, el maquillaje, todo estaba pensado para él. Al entrar en la casa, me recibió con los brazos abiertos.
—Llegó la princesa de mis ojos.— Me apretó contra su cuerpo.
Dejé caer la maleta y lo besé, sintiendo sus dedos recorrer mi espalda mientras bajaba el cierre de mi vestido.
Las paredes ya conocían nuestros gritos, nuestros juegos. Los empleados sabían ignorar los ruidos, aunque más de uno se excitara con ellos.
—Asi ... Se siente bien —Gemia mientras el jugaba con su lengua en mi intimidad.
Esa era la diferencia de Felipe y el, A Mr M le excitaba verme mojada, y más porque siempre lograba un squirt.
El siempre decía que yo era diferente. Que cuando me movía encima de él, era como si el mundo desapareciera. Me lo había enseñado todo. Y yo, lo admito, me entregaba por completo.
—¡Sí!— grito yo mientras mis uñas se clavan en su piel. Caemos rendidos, entrelazados y jadeando.
—Estuviste increíble,— susurra acariciando mi espalda. Me besa y yo le devuelvo el gesto.
—Lamento romper la regla,— digo bajito, rozando su pecho. Me refiero a las marcas de mis uñas en su espalda.
—Tendrás que compensarme.— Sonríe. Yo sé qué quiere, lentamente bajo a su entrepierna y uso mi boca, Lo llevo al límite, hasta que gime mi sobrenombre y se derrama sobre mí.
Esa noche, como tantas otras, fue perfecta. Pero también sería la última, tenía que pensar en mí nueva vida.
Al día siguiente, le pedí hacer el amor en la playa —No quiero que uses protección. Quise sentirlo por completo, como despedida.
Me miró sorprendido, pero no se negó, creo que el también quería sentirme. Las olas, el aire, su cuerpo sobre el mío. Sentí que tocaba las estrellas y tuve uno de los mejores orgasmos de mi vida.
En el jet de regreso, bebí mi copa más rápido que nunca. —Tengo que hablar contigo.—
—¿Quieres que suba tu mensualidad?— preguntó, levantando la ceja derecha.
—No es eso. Esta es la última vez. Nuestro contrato termina hoy.—
El silencio fue inmediato. Luego la rabia. Tiro la copa con fuerza en el suelo
—¡¿Por qué me dejas?!—
—Estoy comprometida. Me voy a casar. Ya no puedo seguir contigo.—
Se acercó de golpe. Me sujetó el brazo. —Eres mía.—
Me besó con furia . Quise resistirme, pero algo en su pasión me encendió. me jalo hacia el, me puso encima suyo, me penetró y enloqueci
—Dilo,— exigía.
—Soy tuya,— jadeé. Y lo fui. Una última vez.
Cuando terminamos, me senté mi silla avergonzada con la tripulación, desnuda y temblando.
Al llegar al aeropuerto, me subí en su camioneta, el tema no podía quedar asi
—¿Hay algo más entre nosotros ?
—No. Todo sigue igual. Tú me perteneces, lo sabes. pero sigue siendo un contrato —
Me vestí rápido y enojada
—Tú seguirás con tu vida. Y yo debo renunciar a todo por seguir siendo solo tu secreto. ¿Eso quieres?—
—Los dos tenemos algo especial, no lo arruinare con títulos.
—Las reglas eran claras. El contrato podía terminar y hoy soy yo quien pone fin a esto.— Y salí corriendo. Me escabullí de los escoltas, tomé un taxi, y desde la ventana vi a Mr M correr tras mí.
—¡Rubi!
Llegué a casa rota. Lloré hasta no poder más. Me había enamorado de el, y su rechazo me peso.
Tocaron a la puerta. Un hombre de traje esperaba. —¿Sara?—
Asentí. No podía hablar pensando en el peligro
—El señor Roger me dijo que le entregara esto.— Me dio una ficha de ajedrez.
—¿Quién es usted? ¿Qué quiere?—
—Soy Julián Thompson, Tengo una noticia: el señor Roger ha muerto.—
Fingí sorpresa. —No puede ser...—
—Antes de morir, dejó todo prepa
rado. Usted es su única heredera.—
Me entregó una carpeta, el testamento de Roger, yo era su heredera universal.