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MI VIDA OCULTA

Capítulo 1

Narra Sara Smith

El sol acariciaba mi piel mientras sentía los cálidos rayos. Cerré los ojos y respiré hondo, dejando que el vaivén del yate sobre el agua azul me arrullara. Tenía una copa de champagne en la mano y una sonrisa en mis labios.

Mi traje de baño rojo resaltaba sobre el dorado de mi piel, y cuando abrí los ojos, supe que lo había logrado. Durante años solo lo imaginé desde un rincón olvidado del mundo una vida como está pero ahora, estaba allí. Donde siempre soñé estar.

Sentí unas manos firmes rodearme la cintura. No me sobresalté. Sabía perfectamente quién era. Él. El Mr M.

Nunca me dijo su nombre real, y nunca lo necesité. No éramos pareja. No nos debíamos promesas. Cada uno sabía lo que ofrecía. Él buscaba sentirse vivo otra vez. Yo quería olvidar mi pasado, cubrir de oro lo que antes fue miseria.

Sin palabras, me guió hasta los asientos de cuero blanco. Sentí su calor, su boca bajando lentamente por mi vientre. No me resistí. Lo conocía. Fue el primero, el dueño de mi virginidad.

Sus besos recorrieron mis senos y un leve gemido salió de mi garganta, era mi turno, le gustaba que usará mi boca en su virilidad erecta.

Me encantaba tenerlo en mi dominio, saber que mi boca era suficiente para que se derritiera en mis brazos.

Me subí sobre el, me movía con seguridad, que no siempre tuve, a el le gustaba que su "amazona" lo cabalgara.

Su piel, mi sudor, nuestros suspiros… todo se fundía mientras fingíamos que estábamos solos. Pero no lo estábamos.

El capitán del yate nos miraba desde la cabina, gire mi cabeza y lo vi concentrado en la escena y moviendo su mano sobre el pantalón.

Siempre supe el efecto que tenía sobre los hombres. Y empece a usarlo a mi favor.

El fin de semana con el Mr M en la isla se esfumó como un suspiro. Regalos, cenas, joyas.

Cuando volví a mi penthouse —ese que otro Sugar Daddy me había regalado— me despedí de mi amante con un beso rápido. Me metí a la ducha, dejando que el agua me borrara la piel, y luego me senté en el suelo del clóset. Con una copa de vino en la mano… y un peso en el pecho.

Recordé ...

La vida me la quitó demasiado pronto a mi madre. Me quedé con mi tía, que era dulce, pero estaba casada con un hombre que solo sabía hacer daño.

Desde niña vendía dulces en la calle, Usaba ropa heredada, dormía con hambre. Cuando mi cuerpo empezó a cambiar, los ojos de mi tío también lo hicieron.

Una noche intentó entrar a mi habitación, borracho y decidido a hacerme daño, Y yo… huí. Con un par de billetes en el bolsillo y mi tía llorando en la puerta.

La ciudad me recibió con hambre, frío y silencio. Cada trabajo era una decepción más. Hasta que, con el estómago vacío, empecé como mesera en un club. Fue ahí donde conocí a Maríana. Su mirada feliz fue lo único que me salvó de rendirme.

Quería estudiar. Ser alguien. Postulé a becas, pero me cerraban las puertas en la cara una y otra vez.

Entonces Maríana me habló de una app para conocer “benefactores”. Yo no entendía qué quería decir… hasta que lo entendí todo, ser una Sugar, una dama de compañía.

Y acepté. Porque no tenía opciones.

El primero fue Roger Lincoln, un hombre mayor y muy rico, No buscaba sexo, solo compañía.

Quería hablar de política, traiciones, de su vida vacía. A mí no me gustaban sus besos fugaces, pero lo respetaba. Él me pagó la universidad, me compró mi penthouse, Solo pedía una cosa, los jueves.

Después vino el Mr M, Él era diferente , una llama pasional, que me hizo conocer ese mundo del deseo que nunca imaginé, Me trató como un diamante, me mostró lo que era el lujo, el poder y el deseo.

Con él me entregué por primera vez. Perdí mi virginidad, el no lo esperaba. Pero cuando me tuvo, entendió que yo no era como las demás.

Pasaron dos años entre marcas caras, copas de vino importado y miradas envidiosas en la universidad. Nadie conocía mi historia. Me inventé otra. Hija de una familia rica, huérfana. Parte era cierto, lo demás, lo construí con estrategia.

Y entonces… apareció Felipe McKenzie

Guapo, heredero de una fortuna, Prometido con Luciana Fernández, Lo vi, y supe que lo quería.

Quizás me impulso un poco la ambición, pero al ver cómo la trataba quise un poco de eso para mí.

Empecé a rondarlo, sonrisas coquetas, miradas tímidas, Silencios con doble filo, y el cedió.

Una noche en la playa, entre risas y música, lo besé. No pudo olvidarlo y Rompió con Lucíana, el me quería a mi.

Yo lo seduje, lo atrapé. Y pronto, fui presentada como su novia. Imagine una vida como esposa, lejos de los "benefactores" y quería tener esa paz de dejar de ser una Sugar.

Pero aún tenía una deuda pendiente.

Roger.

Ese jueves, como siempre, jugamos ajedrez. Esa noche sería distinta, tenía que terminar la relación.

—Roger… me voy a casar. No puedo seguir siendo tu sugar baby —le dije, suave pero firme.

Él bajó la mirada, se hizo un silencio incomodo Hasta que, con voz rota, preguntó:

—¿Por qué no te casas conmigo?

Sentí un nudo en la garganta. Roger había sido más que un viejo millonario. Me trató con respeto.

—Te quiero. Pero no de esa manera. Y tú lo sabes.

Le tomé la mano. Él asintió, en silencio. Y luego, casi suplicando, dijo:

—Nunca te pedí una noche. ¿Podrías regalármela?

Me tensé. Roger nunca me había tocado. Nunca lo intentó. Pero ahora… me besó. Me desabrochó la blusa. Yo apenas respiraba.

—Déjame ir al baño… solo un segundo —le susurré, escapando.

En el baño, me temblaban las manos. No podía. No con él, lo veia como un padre.

Mojé mi rostro, intentando encontrar aire. Pensaba salir y decirle que no.

Y entonces, los disparos.

Todo se volvió caos. Gritos, y pasos.

Abrí la puerta y vi al guardaespaldas en el suelo, muerto. Hombres armados por toda la casa. Me lancé al ducto de ventilación, gateando con el corazón saliéndome del pecho.

Desde allí, vi cómo mataban a Roger. Sin piedad. Porque sabía demasiado.

—Busquen a la mujer que estaba con el, Maten a esa zorra—ordenó uno.

Tapé mi boca. El miedo me atravesaba. Y entonces lo vi.

Un tatuaje en el brazo del que mandaba: Marilyn Monroe.

Lo grabé en mi memoria.

—¿Que hacemos jefe? La mujer que ve los jueves no está por ningún lugar —dijo uno de ellos dirigiéndose al jefe del crimen,

el hombre del tatuaje

—Tenemos que buscarla y matarla, ella debe saber los secretos que este viejo guardaba.

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