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Soledad

El alta fue silenciosa. Nadie vino a buscarme. Ni una llamada. Ni un mensaje. Solo un grupo de seguridad me esperaba fuera del hospital, vestidos de negro, con rostros de piedra y gafas oscuras que no permitían adivinar si eran humanos o máquinas programadas para obedecer órdenes. Me ayudaron a subi...