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Capítulo 6

Sentí un duro golpe en el corazón, mi bebé era en este momento mi prioridad y cuidar de el lo más importante.

—¿Cómo está mi papá? —la angustia regreso a mi pecho.

—Estable, quiere hablar contigo en cuanto te recuperes.

Accedí a levantarme de inmediato

—No necesito de tu compasión —gruñi mientras lo miraba furiosa a Max que estaba dispuesto a ayudarme

—¿Estas enojada conmigo por lo que dijo Laura?.

—Laura invento eso porque quiere herirme, se que Daniel jamás haría algo asi.

Confiaba en el, Daniel me amaba, me lo demostró con todo su corazón la última noche, además no era la primera vez que Laura decía alguna mentira intentando lastimarme, ya era un habitual.

Tome la mano de mi padre

El abrió sus ojos, fríos pero no tanto como los últimos días

—Me dijeron que te desmayaste —dijo con la voz lenta y apagada.

—No importa, es algo del bebe, en este momento tu salud es mi prioridad — sonreí dándole un beso en la mano.

—Necesito que te cases con el, no hay marcha atrás sobre mi decisión —sus ojos me mostraban aún su enojo.

Solté su mano y lo mire algo decepciono la manera en la que su actitud había cambiado conmigo.

—Me iré de la ciudad con la herencia de mi madre, con eso no sentirás vergüenza de tenerme a tu lado como hija.

Intenté alejarme en la silla de ruedas.

—¡Me dejaras en quiebra! ¿Es lo que buscas? Que los Madrigal terminemos en la calle.

Abrí los ojos y gire nerviosa, no podía creer lo que acababa de decir

—Por favor, no uses ese tipo de chantaje conmigo, y menos en mi estado.

Los ojos de mi padre estaban cargados de una tristeza que dolía con solo mirarla. No apartó la vista de mí, y eso era raro. Solo lo hacía cuando todo se salía de control.

—Tenemos muchos negocios con Boris... y algunos estaban ligados al matrimonio con Daniel.

—¡Pero él murió! —grité, sintiendo cómo me temblaban las manos—. No puede exigirnos algo que ya no depende de nosotros.

—No estaba escrito así. El contrato solo dice que la alianza se concretará después de la boda de los hijos. Va a usar esa cláusula para dejarme en la ruina.

Me dejé caer sobre una silla de plástico, sin fuerzas, mientras mi padre rompía en llanto.

—Prefiero morirme antes que soportar la vergüenza… antes que ver a la familia Madrigal en la calle.

Me sequé las lágrimas con rabia. A veces la vida te empuja a lugares que nunca imaginaste. Y este era uno de ellos.

—Me casaré. Iré yo misma a decirle a ese desgraciado.

Salí con la rabia encendida en mi piel, una llamarada que me quemaba. Max me esperaba afuera, pero ni lo miré. Crucé la puerta y seguí directo a la calle hasta subirme al primer taxi. Lo escuché llamarme a lo lejos, pero ya era tarde. No iba a detenerme.

La mansión de los Linares era un monumento al exceso. Lujosa, sí… pero tan recargada que terminaba viéndose vulgar. Me paré frente a la puerta, sin ganas de estar allí, pero con más razones que nunca.

—¿Qué haces aquí? ¿Le pasó algo a tu padre? —preguntó Boris al abrirme. Llevaba la corbata algo floja y la arreglo al instante —Deje a Max en el hospital por su necesitabas ayuda

Lo mire con enojo y frialdad.

—Ya sé sobre sus amenazas. Me lo dijo. Si no accedo a casarme con Max, lo deja en la calle.

Sus ojos se abrieron, suspiró y me hizo una seña para que entrara al estudio. Cerró la puerta detrás de mí.

—Le pedí que no te dijera nada. En tu estado… necesitas tranquilidad —dijo, intentando tomarme de la mano.

—Tuvo que hacerlo. Iba a irme del país, huir de toda esta presión —crucé los brazos, firme.

—¿Irte? No. Tú no puedes irte… —se acercó más—. Tienes que quedarte, conmigo.

Sus dedos rozaron mi vientre. El simple contacto me hizo estremecer.

—No quiero una vida lejos de mi nieto. Es lo único que me queda de Daniel.

—No. Le pido que no lo haga. Que me deje marcharme y olvidar todo esto —Era mi última oportunidad de alejarme de esta locura.

Negó con la cabeza, con esa tranquilidad que ponía los pelos de punta.

—Tengo que asegurarme de que estés aquí. Para siempre. —Se acercó aún más, tanto que por un segundo creí que intentaría besarme—. Tú y mi nieto.

La puerta se abrió de golpe. Max apareció, con las mejillas rojas, agitado. Había corrido detrás de mí.

—Necesitas descansar —dijo, sin darme opción.

Me cargó como si pesara nada y me echó al hombro. Pataleé, grité, le dije que me soltara, pero no escuchó. Todo esto era un despropósito.

Me llevó hasta la habitación de Daniel. Apenas cruzamos el umbral, algo dentro de mí se rompió. El olor a él todavía estaba en el aire. Me acostó con cuidado, como si al tocarme pudiera dañarme.

—Hazlo por él —susurró—. Daniel habría querido un futuro limpio para tu hijo, lejos de todo esto. Y yo… yo quiero protegerlos.

Se sentó a mi lado. Me tomó la mano con una delicadeza que nunca le había visto. Por un segundo, el tipo arrogante que conocía parecía… humano.

—¿Proteger? No puedes ni con tu propia vida —dije, quizás más cruel de lo necesario, pero era la verdad. Y yo estaba rota.

—Voy a hacerlo. Por ti. Por mi sobrino. Quiero cambiar. Solo serán unos años. Podemos con eso… juntos.

—Está bien —murmuré—. Me casaré contigo.

Llegue a casa, Laura bajo las escaleras muy enojada, haciéndome preguntas, pero me quedé callada.

Cuando mi padre llegó en la mañana después de ser dado de alta, nos reunió en el estudio.

—Boris dice que la boda se realizará en una semana, será algo secreto, nadie puede saber más que ustedes y un par de amigos

La cara de Laura cambio de inmediato, mi hermana me miró con enojo

—¡¿Que casarás con el?! —me dió un pequeño empujón.

—Si, y ya no hay vuelta atrás.

Está fue solo una de las tensiones que me esperaba, Laura enloqueció, me gritaba llena de furia

—¡No hay marcha atrás! —le grito enojado.

—Te juro que me las vas a pagar, yo me voy a encargar de hacerte la vida miserable.

Los siguientes días, mi padre organizaba la discreción de aquella boda, manteniendo todo en secreto.

Max me visito con un ramo de flores teníamos que firmar las capitulaciones y algunos acuerdos.

—¿Estas bien?—se quitó su saco y lo coloco en mis brazos.

—En dos días seremos esposos, y me siento prisionera

Sonrió, me llevo en su automóvil a fuerzas, accedí, queria tomar aire.

El mirador de la ciudad era un lugar espectacular, un paisaje perfecto.

—Grita, se que tienes que sacar todo lo que llevas dentro.

Negué con la cabeza

—Me da vergüenza, soy una señorita de sociedad —bromee un poco.

El lanzó un grito ahogado desde su alma, pero cuando terminó, su semblante mejoro

—Cuando mamá murió, viví con un nudo en mi pecho que nunca pude desatar, hasta el día que grite aquí.

Me acerqué y lo hice, con algo de vergüenza al inicio pero poco a poco con fuerza liberando ese nudo del que el hablaba.

Reimos, compartimos un momento de tranquilidad, me agradaba esta cara de Max, pero era momento regresar.

—Vamos, no quiero que desveles.

Llegamos a la casa pero está estaba rodeada de periodistas, los dos no entendíamos al situación.

Hasta que uno de ellos hablo al bajarnos

—¡¿es verdad que se casan?! ¿Que ustedes engañaban a Daniel Linares?

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