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Cuatro menos, quedan millones

Damon

—Podría verte hacer eso por el resto de mi vida— digo mientras abro las piernas, permitiéndole arrastrarse entre ellas. Ella se pone de rodillas, y me inclino hacia adelante, colocando mis manos en sus caderas. Inhalo profundamente y gimo al oler su humedad.

Mi pene sigue duro como una roca ...