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Capítulo 7
El día después de su aceptación fue un torbellino para Amelia. Mientras se dirigía a la oficina, su mente repasaba una y otra vez las palabras que había pronunciado, y las consecuencias de su decisión. Aceptar la propuesta de Sebastián no solo significaba un cambio en su vida profesional, sino también en la dinámica entre ellos. Sabía que había cruzado una línea, pero algo dentro de ella deseaba descubrir qué había más allá.
Al llegar, Amelia sintió una mezcla de ansiedad y anticipación. La situación había cambiado. Ahora formaba parte de algo mucho más grande, mucho más peligroso. Sebastián ya no era solo su jefe; era su guía, su compañero en un juego sin reglas claras. Y, lo peor, él lo sabía.
Entró en su oficina y lo encontró esperándola. Sentado tras su escritorio, como siempre, pero con una mirada aún más penetrante, más intensa, como si esperara que ella llegara para comenzar la siguiente fase de su juego.
—Buenos días, Amelia —dijo con una sonrisa cortés, aunque cargada del control que ejercía en cada momento—. Parece que ya has tomado una decisión.
Amelia asintió, tratando de mantener la calma aunque su corazón latía con fuerza. Había algo en su voz y en la manera en que la miraba que la hacía sentir vulnerable, pequeña, pero a la vez, había una chispa de excitación que no podía negar.
—Sí —respondió, con más firmeza de la que sentía—. He decidido seguir adelante.
Sebastián alzó una ceja, como si esperara nada menos. Pero su expresión se tornó seria, más grave.
—Sabes que esto no será fácil, ¿verdad? —advirtió—. El poder no se da por sentado. Implica responsabilidad, decisiones… y saber cuándo usarlo.
Amelia lo miró fijamente, consciente de que esas palabras no solo hablaban de trabajo, sino de lo que él quería de ella en la vida. El poder que él tenía sobre ella iba más allá de cualquier acuerdo profesional.
—Lo sé —dijo con convicción. Por alguna razón, esa certeza no la traicionaba. Había algo en él que la atraía y la emocionaba por lo que venía.
Sebastián se levantó y caminó hacia ella, su presencia dominante llenando la habitación. Cada paso se sentía como una sombra que se cernía sobre su vida, un recordatorio constante de lo que había aceptado.
—Entonces, Amelia —susurró, con autoridad que la estremeció—. Este es el momento en que todo cambia. ¿Estás lista?
Antes de que ella respondiera, dio un paso más, tan cerca que pudo sentir su aliento en el cuello. Un escalofrío recorrió su columna y la tensión se volvió casi insoportable. No la tocó, pero su presencia era abrumadora.
—Sé que no lo estás —murmuró cálido, con un poder que la hizo dudar—. Y eso hace este juego tan emocionante. Ninguno sabemos hasta dónde podemos llegar. Pero lo averiguaremos.
Amelia respiró hondo, tratando de mantener el control. Sebastián la empujaba a límites insospechados, y la tentación de seguirlo, de dejarse llevar, era demasiado fuerte.
—¿Qué quieres de mí, Sebastián? —preguntó, con voz tensa, queriendo entender el hombre que estaba conociendo y la relación que formaban.
Sebastián sonrió, aunque la sonrisa no llegó a sus ojos. Disfrutaba el control que tenía sobre ella, cada palabra una pieza del rompecabezas que armaban, aunque ninguno sabía cómo acabaría.
—No quiero solo tu habilidad profesional —dijo con mirada profunda—. Quiero que seas mía de una forma que aún no puedes imaginar. Quiero que confíes en mí completamente. Porque el verdadero poder no está solo en la mente, está en el cuerpo, en las sensaciones, en los deseos. Eso es lo que hará que este juego sea tan interesante.
Amelia tragó saliva, sin palabras. Sebastián estaba tan cerca que sentía su calor, la tensión palpable entre ambos. No había vuelta atrás. El camino que ella había elegido, que él la había guiado a tomar, la llevaba hacia una oscuridad que no sabía si soportaría.
Pero una chispa dentro de ella, imposible de apagar, le decía que ese era su destino. Algo más grande que ella, que todo lo conocido, la arrastraba. Y aunque el precio podría ser alto, sabía que no podía resistirse.
Sebastián pareció leer sus pensamientos y en un susurro dijo:
—Nunca te he dado oportunidad para decir no, Amelia. Y sé que no lo harás. Porque en el fondo, sabes que esto es lo que quieres.
En ese instante, Amelia comprendió que había aceptado algo más que un poder profesional. Era una batalla de deseos, una lucha interna por mantener el control de su vida mientras se sumergía en el poder de Sebastián.
El juego apenas comenzaba, y ambos sabían que no habría un final sencillo.