




La traición
La música de la fiesta de compromiso de su jefe, Nicolai McCarthy, resonaba en los oídos de Annie como un golpe en el estómago. Se había enterado de la noticia hacía solo unas horas y todavía no podía creerlo. Nicolai, el hombre que era su jefe... ¿Entonces ella fue su amante? Annie no lograba entender por qué no había contestado sus llamadas. Necesitaba una explicación; esta noticia la estaba matando lentamente.
Annie se sentía destrozada y solo quería pensar que era un error, que el hombre que amaba no se iba a casar y que todo lo que vivieron durante esos cinco años de trabajo y romance apasionado... las lindas palabras donde ella pensó que el amor era correspondido se había vuelto una cruel pesadilla.
Ahora estaba allí, frente a la multitud de personas de alto estatus, comiendo con elegancia, bailando y otros platicando. Se sentía pequeña entre esas personas. Annie es muy sencilla, su corazón es humilde y una mujer con una gran capacidad de inteligencia, pero perdía el control de sus emociones cuando era lastimada. Ahora buscaba desesperadamente con la mirada a su jefe, necesitaba confrontarlo, necesitaba escuchar de sus propios labios que era un error.
—¿Annie Beckett? —una voz familiar captó su atención y el hombre, al verle la mirada, contempló los ojos cristalinos de la chica—. ¿Qué haces aquí? —se acercó a ella mirándola con el ceño fruncido, mientras su mano derecha sostiene un vaso de cristal que contiene whisky.
—Señor Noah McCarthy... —susurró, pasando saliva.
—Te hice una pregunta, Annie.
—Yo... es que creo haber escuchado mal. ¿Tu hermano se casará?
Lo vio sonreír con amargura, algo que le causó más dolor a Annie. —Solo te diré una cosa, Annie. Vete de aquí y si me llegas a necesitar, ya sabes dónde buscarme. Este lugar no es para ti.
—Necesito hablar con él... No puedo irme hasta que él mismo me lo diga —justamente cuando Noah le iba a decir algo importante, Annie dirigió su mirada en dirección donde escuchaba la risa de su jefe—. Allí está —dijo con su corazón acelerado.
—Espera... —el hombre intentó detenerla, pero Annie agilizó sus pasos y se acercó a su jefe. Sin embargo, la madre, la señora McCarthy, al ver el acercamiento de Annie, agarró una copa y una pequeña cuchara que utilizó para causar un sonido llamativo y captar la atención de todos—. Gracias por su atención —sonrió ampliamente la mujer de aproximadamente 52 años, cabello rubio, vestida elegante y sofisticada—. Gracias por venir para la celebración del compromiso de mi hijo, mi orgullo, Nicolai McCarthy. Hace una gran pareja junto a Alejandra Harris y será una celebración por lo alto. Es un amor de niños que hasta el día de hoy sigue intacto, así que todos ustedes están invitados a la gran boda —sonrió ampliamente, fijando su mirada sobre Annie, quien estaba hecha un mar de lágrimas y estática por lo que había escuchado.
—¡Me haces la mujer más feliz del mundo, Nicolai! —exclamó Alejandra, plantándole un beso a su futuro esposo, quien recibió ese beso con pasión y la tomó de la cintura, acercándola a su pecho. Todos aplaudieron. Alejandra es hermosa, su reluciente vestido color rojo se destaca entre todos los invitados, simplemente es perfecta, hasta su sonrisa lo es
Annie sintió una puñalada en su pecho, como si el piso temblara bajo sus pies. Se esforzó por mantenerse de pie, pero no pudo soportar verlo con otra mujer. El dolor en su alma era insoportable. Se giró y, sin querer, chocó con un mesero que llevaba una mesa rodante con aperitivos. Perdió el equilibrio y cayó al suelo, pasando por la peor humillación de su vida.
El tiempo pareció detenerse para ella. La música se detuvo y todos fijaron su mirada en ella, incluso Nicolai McCarthy, quien la miró detenidamente. El hombre pasó saliva y se distanció un poco de Alejandra, sintiendo pena ajena por Annie, su secretaria y amante.
—Pero qué vergüenza causa tu secretaria, Nicolai —dijo la señora McCarthy—. Ella no está invitada. ¿Qué hace aquí? —preguntó con enojo. Annie se dispuso a quitarse la comida que estaba sobre su cabeza y pecho, para luego colocarse de pie sin ánimos, deseando que la tierra se abriera y se la tragara.
Miró una vez más a Nicolai y salió del lugar mientras era observada por todos.
—¿A dónde vas, cariño? —Alejandra lo tomó de la mano al ver sus intenciones de irse detrás de su secretaria.
—No me tardo —se soltó de su agarre.
—Pero... —Alejandra lo quería detener, pero su suegra intervino.
—Déjalo, querida. Déjalo —sonrió maliciosa y ordenó que se dispusieran a limpiar para que la fiesta continuara.
Precisamente, la lluvia se hizo presente y Annie miró al cielo oscuro y sintió cada gota golpear su rostro. —¿Por qué? ¿Cómo pudo hacerme daño? —sus lágrimas se mezclaron con las gotas de lluvia.
—Annie —lo escuchó mencionar su nombre. Estaba detrás de ella, justamente en el jardín de la entrada principal de la mansión. Nicolai se estaba mojando, su perfecto traje y peinado se estaban arruinando.
Ella lo volvió a mirar sin ocultar su tristeza por su traición. —¿Qué quiere, señor McCarthy? ¿Lastimarme más? —empuñó sus manos por la impotencia que sentía mirándolo directamente a los ojos. Cuando un fuerte estruendo se escuchó del cielo, un fuerte trueno, y él sabía que ella le tenía miedo a esas cosas. Siempre que dormían juntos y cada vez que pasaba, la abrazaba para que se sintiera protegida. Pero esta vez, todo era diferente.
—Felicidades —agregó al percibir el silencio de su jefe—. Tú y ella hacen una linda pareja... Ah, y para quitarte un peso de encima, renunció a ser tu secretaria porque posiblemente eres un canalla que no es capaz de haberme dicho toda la verdad y no haberme convertido en tu puta amante —se llenó de frustración y le golpeó el pecho con sus manos empuñadas, pero eso ni siquiera a él le dolió ni lo movió. Nicolai es corpulento, alto y sumamente guapo. Su trato se hacía desear, y Annie cayó redondita a sus pies. Pero si no le importaba, ¿por qué la buscaba? Ni él mismo lo comprendía. Solo se dejó llevar por su impulso, sin importar qué pensaran los demás, incluyendo a su prometida.
La tomó de las manos y la miró mientras estaban totalmente empapados por la lluvia. —Yo te amo a Nicolai —se humilló aún más, pero sentía la necesidad de expresar sus sentimientos, sabiendo aún así lo frío que es él para decir lo que sentía—. ¿Qué te hice yo? —su voz es entrecortada—. ¿Qué rayos te hice para que me lastimes?
—Vamos, Annie. Deja el show. Muestra lo que eres realmente y las intenciones que tuviste desde que entraste por primera vez a mi oficina para el puesto de secretaria.
—¿¡De qué estás hablando, Nicolai!? —gritó Annie, con lágrimas en los ojos.