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CAPÍTULO OCHENTA Y CINCO

Ashley se sentó rígida en el asiento del pasajero, sus dedos aferrados al tejido de la toalla que aún la envolvía. Mi chaqueta colgaba de sus hombros, ahogando su figura, y odiaba lo frágil que se veía con ella. Como si pudiera desaparecer si parpadeaba.

El pensamiento hizo que algo violento se agi...