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CAPÍTULO SETENTA Y SEIS

El balón golpeó la cancha pulida con un ruido sordo, cada bote coincidiendo con el ritmo errático de mi pulso. Apreté el agarre alrededor del cuero, mis dedos hundiéndose en sus ranuras mientras giraba bruscamente, músculos tensos, cada parte de mí sintonizada con este juego—esta lucha contra los pe...