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CAPÍTULO SETENTA Y UNO

Mis dedos temblaban mientras sostenía el teléfono, mi respiración atrapada entre mis costillas.

El video ya estaba reproduciéndose.

No quería verlo.

Debería haberlo apagado en el momento en que vi el primer fotograma—la habitación tenuemente iluminada, las figuras inconfundibles en la pantalla. D...