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CAPÍTULO CUARENTA

Pero incluso a través de la neblina del deseo, recordé dónde estábamos. Las personas a nuestro alrededor. El bar. Los ojos públicos.

Apenas resistiendo la urgencia de reclamarla allí mismo, nos maniobré por un pasillo tenuemente iluminado, mi agarre en ella firme pero cuidadoso. La puerta del baño ...