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CAPÍTULO TREINTA Y DOS

Minutos después, salimos al aire fresco de la noche. Las calles estaban vivas con el suave murmullo de la ciudad: risas lejanas, el ocasional tintineo de platos de un café cercano, el rítmico golpeteo de pasos contra la piedra.

La miré de reojo. —¿Cuál es tu lugar favorito aquí?

Ashley vaciló, com...