Read with BonusRead with Bonus

CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y CUATRO

No había dejado de pensar en él.

Ezra.

El nombre rondaba mi cabeza como un hilo suelto del que no podía deshacerme. No ayudaba que había soñado con él—uno de esos sueños febriles extraños donde nada tenía sentido. Solo destellos de pies pálidos sobre suelos de mármol, un pasillo lleno de puertas c...