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CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y SEIS

KYLE

Después de una intensa partida de tenis con Ryan, finalmente decidimos parar. Mi camiseta se pegaba a mi piel, empapada de sudor, pero el ardor en mis músculos no hacía nada para calmar la tormenta en mi cabeza.

Ryan se secó el cuello con una toalla y me lanzó una sonrisa.

—Tengo que irme. V...