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CAPÍTULO CIENTO TREINTA

ETHAN

Me recosté en mi silla, sintiendo el lujo familiar de mi ático envolviéndome como una segunda piel. La ciudad se extendía debajo de mí, sus luces parpadeando como un mar de estrellas, un reflejo perfecto de mi triunfo.

Yo tenía el control.

Una sonrisa lenta y satisfecha se extendió por mi r...