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CAPÍTULO CIENTO DIEZ

ASHLEY

—¡Que tengas un buen día!—dije con una sonrisa, entregándole al cliente el paquete cuidadosamente envuelto, ocultando apenas lo agotada que me sentía. En cuanto la puerta sonó detrás de ella, me dejé caer contra el mostrador con un suspiro.

Dios, hoy no había parado.

Entre un envío retrasa...