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CAPÍTULO CIENTO UNO

KYLE

Habían pasado tres días, y todavía no podía sacar el sonido de su risa de mi cabeza.

No esa risa forzada y educada que le daba a los extraños, o la sonrisa tensa que usaba cuando le hacían demasiadas preguntas. No. Esta era real. Suelta. Sin filtro. El tipo de risa que abrió algo en mí, y no h...