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Sin pedirlo con palabras

Eso jamás me había pasado. Ni siquiera cuando perdí la virginidad. Punzante, agudo, por un momento todo se puso negro delante de mis ojos.

Y me gustó.

Más que las sensaciones o la estimulación, fue la idea de tenerlo allí llenándome tanto. La noción de que Enzo lo deseaba y se lo estaba dando: yo ...