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Bogart, Bergman y nosotros

Tenía el brazo tatuado cubriéndome los ojos, intentando calmarme, cuando su estómago rugió.

—Anoche no cenamos —recordé.

—Qué desesperados…

—A mí me gustó la desesperación.

—A mí también.

Acerqué la mano hasta la mesa de noche y miré la hora.

—Todavía estamos a tiempo de desayunar.

—¿Qué hora...