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Lisandra Reyne

Desperté sobresaltada, las fantasías de Barbara aún flotaban en mi mente como un sueño febril.

El libro yacía abierto en la cama junto a mí, sus páginas arrugadas por haberme quedado dormida sobre ellas. Lo metí rápidamente bajo la almohada, con las mejillas ardiendo de vergüenza.

El espacio a mi ...