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La comodidad de la madre

Me senté frente a la puerta de Kaius toda la noche, suplicando y rogando, pero él nunca apareció, y finalmente me levanté. Mis piernas estaban entumecidas por haber estado tanto tiempo sentada en el frío y duro suelo. El amanecer empezaba a romper, una luz suave se filtraba por las ventanas al final...