




Cap. 1:
“Toda la vida voy a amarte, porque tú eres, Bedelia, la única luna que existe para mí.
Soy una mestiza, ¿Aun así me amas?
Si, te amo hoy y para siempre, por ello, siempre serás mía.
¿Vas a marcarme algún día pasa ser tu luna?
Si, llevarás mi marca toda tu vida, para que así todos sepan que tu perteneces a mí, y solo a mí.”
Aquella, había sido una promesa, una promesa entre un poderoso Alfa, y su frágil Luna.
—Bedelia Carling, te rechazo como mi luna, y como la luna de la manada Dunstan, en este momento toda promesa entre los dos queda deshecha. Mi sangre es la de un poderoso Alfa, y tú, siendo tan solo una mestiza, no eres digna de llevar a mi heredero en tu vientre. Debes de irte ahora mismo, porque si no lo haces, acabare contigo y con tu padre. —
“Algún día seremos uno solo, y nuestro vinculo será tan poderoso, que nadie podrá romperlo, no me importa que seas una mestiza, yo voy a protegerte siempre” Aquella promesa que el Alfa Lenus le había hecho, ahora solo yacía en la memoria de Bedelia.
—¡Es una mestiza! ¡No es digna de ser la Luna de un Alfa! —
Aquella sangre impura por la cual la habían despreciado toda su vida, le escurría por la espalda herida, pues la habían golpeado con tanta saña en un intento de borrar la marca que el Alfa Lenus le había dado en su temprana juventud, que creía que iba a morir.
Aquella marca en su espalda, la había recibido antes de tiempo y en contra de su voluntad, por el mismo hombre que le había prometido amarla por siempre, y que ahora permanecía callado tras de su padre, padre que ahora la amenazaba de muerte.
—Usted no tiene derecho de tratarme así, yo no soy culpable de mi nacimiento, ni tampoco soy culpable de la marca que llevo en mi espalda, su hijo me ha elegido como su Luna, ¡Esa es la verdad! — gritaba aquella joven Bedelia mirando a su amado Lenus en busca de una palabra que detuviera aquella locura. Sin embargo, aquel joven Alfa que había hablado, ahora tan solo había desviado la mirada, permaneciendo en silencio.
El sonido de una bofetada rompía con los murmullos de los lobos que miraban con desprecio a aquella joven Bedelia que yacía forzada en el suelo junto a su padre, ante el poderoso Alfa Seger, líder de la manada sangre pura Dunstan, quienes despreciaban a los mestizos nacidos de la abominable unión entre un lobo y un humano.
—¡Cállate, mocosa! Debí asesinarte desde el momento en que mi hijo, el nuevo Alfa, puso sus ojos sobre ti, ¡Sangre sucia inmunda! Tuvimos piedad al acogerte en nuestra manada después de que tu desalmada madre humana decidiera abandonarte, ¿Y así es como pagas mi piedad?, ¡Largo de aquí! Tu padre puede quedarse, pero tú, maldita chiquilla, desde este momento y para siempre, quedas desterrada de la manada Dunstan, la marca en tu espalda no está completa, y nunca ha de completarse, sé que tú, pequeña arpía, sedujiste a mi hijo para que te marcara y así ganar el estatus de Luna dentro del clan, pero estas equivocada si piensas que voy a permitir que mi único hijo haga un vínculo con una asquerosa mestiza. — gritaba el viejo lobo completamente encolerizado.
Aquella hermosa jovencita de apenas dieciséis primaveras, miraba a su Lenus, el hombre del que se había enamorado, y quien había decidido marcarla en contra de su voluntad antes de tiempo.
—Por favor, Lenus, dile a tu padre que me amas, dile que me has marcado en un impulso tonto, que yo no te he seducido…
—¡Cállate! — el lobo viejo la había abofeteado de vuelta. — ¡Por supuesto que no lo has seducido! ¡Él es un Alfa y tu solo una indigna mestiza! ¡Fuera de mis tierras! ¡Vete ya antes de que decida asesinarte! — gritaba eufórico Seger.
Mirando a la hermosa joven de cabellos castaños y asustados ojos grises que presagiaban tormentas, Lenus negó, aun cuando la amaba con locura…aun cuando era capaz de dar el mundo por ella, debía de negarla, rechazarla tal y como su padre le había ordenado, de lo contrario, su padre iba a asesinarla.
—No te amo, Bedelia, yo solo quería divertirme un rato y nada más, no era mi intención marcarte. —
Y con aquellas palabras, Bedelia Carling sentía su corazón rompiéndose en mil pedazos. Lenus, su amado, había negado aquel amor que ambos sentían, y con ello, aquellas promesas que desde niños habían jurado a la luna llena, se iban desvaneciendo entre aquellas lagrimas que de sus ojos tormentosos caían sin control.
Siendo arrastrada sobre el lodo y llevada hacia los límites de las tierras de los Dunstan, con el alma completamente rota, la joven loba era expulsada para siempre entre las burlas de los lobos y lobas que desde siempre la habían mirado como poco menos que basura por ser la hija de una mujer humana que tambien la desprecio al nacer.
Levantándose del suelo con su vestido cubierto de barro, y sus blancas mejillas completamente sucias, Bedelia se limpiaba las lágrimas mientras abrazaba a su padre por última vez.
—Ten esto, he puesto en tu caja de recuerdos dinero y joyas, mucho más que suficiente, toma un avión a Estados Unidos, en Salem hay un amigo que cuidara de ti mientras yo puedo arreglar todo esto, él ya te espera. Se fuerte mi Delia, sé que tú vas a lograrlo — dijo su padre, Rudd, dejándole una pequeña maleta junto a su cajita de tesoros.
Y así, despidiéndose de su padre, Bedelia corrió lejos de aquellas tierras que tanto desprecio y dolor le habían dado. Cambiándose la ropa entre la hierba alta, la joven guardaba dentro de aquella cajita, aquel collar que Lenus le había dado como prenda de compromiso antes de ser descubiertos y que el la marcara en un impulso tonto de desesperación. Aquella marca le dolía, y tambien, la condenaba a no ser vista por otros lobos jamás, pues, aunque estaba incompleta, ella ya le pertenecía a alguien...a ese cobarde que la había despreciado, que la había traicionado.
Su padre, le había enseñado lo necesario sobre el mundo humano, pues su madre era humana, y siempre había querido que ella supiera sobre sus dos procedencias, y tomando un vuelo hacia tierras lejanas, aquella joven dejaba atrás la traición, dejaba atrás su dolor. Y aquella mansión antigua, Lenus lloraba amargamente su cobardía, su debilidad. Había negado a su único amor para mantenerla con vida…y ella jamás iba a saberlo.