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Bailar

Cuando salí de casa, mi entrenador, Javier, ya me esperaba en su auto. Al verme, su sonrisa se amplió.

—Wow, Ana. Si me hubieras dicho que ibas a deslumbrar así, habría traído gafas de sol.

Reí suavemente, agradeciendo el cumplido con una inclinación de cabeza.

—Gracias, Javier. Tú también l...