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Algo peligros

No podía dormir. El sonido de los martillos, de las sierras eléctricas, de las voces de los trabajadores que invadieron la casa desde temprano me taladraba la cabeza. ¿Qué esperaba? ¿Silencio? ¿Paz? ¿Acaso no fui yo misma la que, a regañadientes, accedió a que este lugar tuviera “una mano de gato...