




El sueño continúa
Minutos después, el coche se detuvo en la lujosa mansión. Lucía observó desde el auto, lo imponente de aquel lugar. Había oído hablar tanto a Louis como a Chris de la nueva adquisición de su amigo, mas no había tenido oportunidad de conocerla.
—Baja Lu —dijo Harris mientras le abría la puerta del coche.
Lucía descendió lentamente aún sentía el efecto del champagne en su cabeza. Sintió la brisa helada en su cuerpo, y vio como su piel parecía salpicada de puntos y como sus pezones se endurecían aflorando por debajo de la tela de su vestido blanco.
Harris, tomó la chaqueta que llevaba puesta en su brazo y la cubrió con suavidad. Aquel gesto tan tierno lleno a Lucía de nuevas expectativas. Sabía que al estar allí, a solas, en la mansión de su amigo, podían y debían pasar muchas cosas. Mas, ya era un poco tarde para huir, mucho más cuando ella misma ansiaba vivir aquel momento.
—Es muy hermosa tu casa —comentó ella. La mirada de Harris se tornó triste, era la mansión que acaba de comprar para ir a vivir con Layla.— Lo siento. —se excusó por su impertinente comentario.
—No te preocupes, es parte de mi realidad. —respondió él y ella sintió compasión al escucharlo.
Ambos se dirigieron hasta la entrada principal, Harris marcó la clave en el tablero, la puerta de vidrio se abrió y Lucía entró con cierta timidez hasta el vestíbulo, mientras el pelirrubio continuaba adentrándose en su casa.
—Vamos Lu —dijo él regresando hasta ella y rodeándola con su brazo— Entra, estamos solos.
Aunque Lucía trataba de mostrarse segura y llena de confianza, por dentro temblaba de miedo. Harris, la tomó de la mano y la condujo hacia las escaleras. Ella subió detrás de él, cada paso que daba su corazón parecía dar una pirueta en el aire, provocando en ella mayor ansiedad.
Estando en el segundo nivel de la lujosa mansión, él se adelantó y fue directo hasta el final del pasillo, abrió de par en par ambas puertas. Lucía vio desde lejos, la elegante recámara y la enorme cama King size aguardando por ellos. En ese instante, dudó en seguir adelante y Harris pareció notar su indecisión, por lo que caminó de regreso hacia ella, la rodeó por la cintura con ambas manos y comenzó a besarla de forma apasionada.
Aquel estímulo encendió nuevamente la chispa entre ellos. Harris la tomó entre sus brazos y la cargó para llevarla hasta la cama.
—¿Qué haces, Harris? —preguntó ella.
—Te llevo cargada a mi habitación. —contestó y continuó hasta el dormitorio.
Una vez dentro de la habitación, Harris la colocó sobre la cama y comenzó a desabotonarse la camisa, mientras ella lo observaba atónita. Obviamente no era la primera vez que ella miraba sus pectorales y abdomen definido, mas si era la primera vez que él se desvestía frente a ella y para ella.
—¿Qué esperas, Lu? Desvístete —dijo él con su sonrisa seductora y traviesa.
—¿Puedes apagar la luz? —pidió ella.
—No tienes de que apenarte, eres una chica hermosa. Además quiero verte —añadió. Lucía sintió que sus mejillas se encendían al escuchar aquella confesión. Ella negó con su cabeza.
—No quiero hacerlo ¿Puedes apagar la luz? —insistió.
Harris aplaudió y el sensor de luz se activó disminuyendo la iluminación de la habitación en un 70%. Aún asi, Lucía estaba preocupada, era tan blanca como un pedazo de turrón de leche, sus hombros y sus pechos salpicado de pecas marrones. Sí, efectivamente parecía un turrón de leche con trozos de maní.
En pocos segundos, Harris estaba totalmente desnudo y ella, apenas había logrado bajar el cierre de su vestido blanco a la mitad. Él se acercó a ella, la tomó de la mano y ella se puso de pie, luego la hizo girar de espaldas a él y terminó de bajar el cierre, el vestido se deslizó sobre su piel, cayendo sobre la alfombra.
El pelirrubio contempló su blanca espalda y sus pecas rociadas de forma artística sobre su espalda y hombros. Colocó ambas manos a la altura de su cintura y comenzó a besarla suavemente, besó sus hombros. Escaló con sus labios por su trapecio hasta llegar a la parte alta de su nuca.
Lucía se mantuvo con los ojos cerrados. Sentía que moriría de vergüenza si lo veía a los ojos. Su piel era suave, tan suave que Harris parecía extasiado en querer besar cada centímetro de su cuerpo. Lentamente, la hizo voltear de frente a él.
—Abre los ojos Lucía —susurró él a su oído.
—No me pidas que lo haga, Harris o terminaré huyendo de aquí.
—Bien, entonces no lo hagas —dijo, y el deseo de besar sus labios se instaló en él. Buscó con avidez, los labios de la pelirroja y los saboreo con pasión.
Lucía levantó sus brazos y rodeó su cuello, sus pechos era redondeados y firmes y sus pezones eran de rosado pálido semejantes a la pepa de un mamón. Tal como si lo fuesen, el pelirrubio se inclinó ligeramente hasta alcanzarlos con su boca. Lucía sintió la humedad de sus labios y lengua quemándole la piel. Un gemido salió de sus labios suave pero intenso.
Mientras él jugaba con sus pechos amasándolos, saboreándolos, chupando y mordiéndolos con suavidad, Lucía acariciaba el cabello de su amigo y disfrutaba de aquella sensación. Como era de esperarse, su cuerpo comenzó a moverse de forma sinuosa, dejando escapar el instinto primitivo que todo amante experimenta aunque esa sea, su primera vez.
Al ver que ella comenzaba a reaccionar como él esperaba, Harris intensificó sus caricias, sumando a aquel festín sus hábiles manos. Lucía sintió como su dedos largos descendían sobre su abdomen y sus caderas. Él continuó bajando siempre un poco más llegar a su vientre, se detuvo momentáneamente y volvió a besarla.
En la mente de Harris, sólo había un objetivo claro y preciso: debía enloquecer a su amiga y luego satisfacerla a tal punto, que ella no pudiese negarse a lo que él iba a pedirle.
Harris estaba dispuesto a usar su artillería pesada como el experto amante que era, pero con Lucía no era necesario, ella realmente estaba disfrutando de aquello. Con cualquier leve roce, la pelirroja parecía encenderse, él se percató de ello rápidamente desde que estaban en el bar.
El pelirrubio continuó su recorrido bajó un poco más, su mano se coló dentro de la pantie. Lucía se estremeció al sentir sus dedos separando sus labios turgentes y yendo directamente hacia su clítoris. Cuando él rozó la tela protectora interna pudo percibir la humedad que desbordaba su interior.
Sin más que esperar, colocó sus manos en los hombros de la chica y ella se sentó en la orilla del colchón. Harris saboreó sus labios y se agachó quedando de rodillas frente a ella, separó sus piernas usando ambas manos, Lucía colocó sus brazos hacia atrás y los usó como apoyó mientras el pelirrubio se inclinaba para besar la parte interna de sus muslos haciendo que la piel de Lucía se erizara y su cuerpo reclamara instintivamente aquella caricia.
Él, contempló sus labios rosados ligeramente cubiertos por su vello rojizo como el cobre. Cuando la chica miró que sus labios, los de él, se acercaban a los suyos, se tensó imaginando lo que estaba por ocurrir. Aunque Lucía era virgen, había visto esa escena en varias de las películas de romance de las cuales era fanática. Se reclinó un poco hacia atrás, cuando Harris deslizó la lengua entre la separación de sus labios, ella se desplomó sobre la cama.
El pelirrubio por poco suelta una carcajada, mas se contuvo. No podía echar a perder todo lo que había logrado hasta ese momento.