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Una chispa que se enciende

Lentamente se apartó de ella, aplanando sus labios con frustración.

—Lo siento, no era mi intención traerte aquí y que me vieras derrotado —dijo Harris con una voz suave, casi quebrada.

Lucía sintió un tirón en su corazón; la fortaleza que siempre había admirado en él parecía haberse desvanecido, pero no iba a permitir que eso lo ahogara. Se acercó un poco más, sosteniéndole la mirada.

—No puedes dejarte vencer, Harris —le dijo con firmeza—. El Harris que yo conozco es fuerte, decidido, y sé que vas a superar esto. —Aquellas palabras estremecieron a un Harris que intentaba mantener el control de la situación, pero que poco a poco comenzaba a sentirse confundido.

—No me equivoqué en llamarte —dijo él, su voz ahora más clara—. Eres la única que me escucha sin juzgarme. Si hubiese llamado a Louis o Christian, en este momento se estarían burlando de mí, diciendo “Te lo dije” sin entenderme.

Las palabras de Harris hicieron que Lucía se sintiese importante, debía seguir apoyándolo y seguir siendo ese refugio, al cual él podía acudir en los momentos de dificultad.

—No estás solo, Harris. —dijo en un tono dulce, pero firme.

Harris levantó la vista asintiendo levemente, y, aunque aún había un destello de duda en sus ojos, dejó escapar un suspiro profundo:

—Tienes razón —dijo después de un silencio—. Gracias por estar aquí, realmente lo aprecio.

Harris acunó el rostro de Lucía entre sus manos, la miró a los ojos y con suavidad fue acercando su rostro al de ella. La pelirroja cerró sus ojos aguardando aquel beso, ese beso que sólo había sentido en los sueños húmedos que tenía con su mejor amigo. Él sonrió al ver como ella se preparaba para sentir sus labios, giró un poco su cabeza estampado un beso escueto en su mejilla izquierda.

Lucía abrió los ojos y apartó su rostro de sus manos, su corazón latía con tanta fuerza que de no ser por la música de fondo y el bum bum del bajo, lo escucharía con nitidez absoluta.

—¿Quieres bailar? —propuso él mientras, se ponía de pie.

Ella asintió con timidez y tomó el resto de su bebida antes de levantarse del sofá. Harris le ofreció su mano, ella la sostuvo. Una vez estando de pie, aguardó a que él, la tomase entre sus brazos.

—¿Qué esperas? —insistió él, tirando de su mano— ¡Vamos!

—Pensé que bailaríamos aquí. —comentó ella.

El pelirrubio se detuvo por unos segundos, mientras analizaba la situación y pensaba en la propuesta de su amiga. Ese sería un buen momento para avanzar con su plan, mas aún no se sentía lo suficientemente ebrio como atreverse a besarla.

Lucía no era chica fea, no. Ella era una chica simple que muy poco le gustaba arreglarse, siempre con el cabello recogido en una coleta y rara vez, con sus rizos sueltos como esa noche. Sin embargo, Harris siempre se acostumbró a verla sin maquillaje, vestida con jean desgastado y sudadera. Y aunque esa noche, estaba vestida de forma diferente, él no se percató de su ligero cambio, sólo pensaba en vengarse de Layla.

—Mejor en la pista, necesito distraerme un poco, La… —Guardó silencio y corrigió su nombre— Lu.

La pelirroja no pudo ocultar su desconcierto, cuando él por poco la llama por el nombre de su ex. “¿Qué rayos haces aquí con Harris?” Su fuero interior la confrontó. “Sabes que él sigue enamorado de Layla”.

—¿Vamos? —preguntó él, notando su mirada triste.

—Si, vamos —contestó ella, elevando sus hombros mientras se respondía a sí misma, “Soy su amiga y no pienso abandonarlo”.

Al bajar las escaleras, Lucía se sintió algo mareada, por lo que se sujetó con fuerza del pasamanos. Harris volteó a verla y ella disimuló arreglando la falda de su vestido. Él, se detuvo en el escalón inferior y la miró escudriñando con los ojos, su rostro.

—¿Estás bien? —interrogó él. Lucía intentó sonreír, restándole importancia al momento de debilidad que sintió, mas Harris ya había notado que estaba mareada. Se acercó a ella y le ofreció su brazo. —Te ayudaré a bajar.

Lucía dudó por unos segundos aceptar su ayuda. Pero luego se dejó convencer al ver sus ojos claros, esos ojos que aunque no la mirasen, lograban envolverla de forma enigmática. Ella se apoyó en su brazo sintiendo el calor de su piel bajo su mano.

La pista de baile estaba repleta, apenas se distinguían las siluetas bailando en medio de las luces que parpadeaban al ritmo de la música electrónica. Harris se fue adentrando y pronto su figura se confundió en medio los cuerpos que danzaban de forma frenética.

Lucía, por su parte, se abrió paso entre las personas con cierta dificultad; el humo y la niebla artificial flotaban en el aire formando una especie de cortina densa que no la dejaban ver con claridad. La bulla era ensordecedora, podía sentir como la música parecía latir dentro su pecho, sincronizándose con el ritmo acelerado de su corazón. Las luces de colores destellando a su alrededor, creaban un efecto hipnótico que la hacían sentirse aún más mareada. A medida que ella avanzaba, la figura de Harris se volvía cada vez más borrosa.

Finalmente, Lucía logró llegar hasta donde estaba Harris. Él estaba bailando con los ojos cerrados, su cuerpo se movía al ritmo de la música con una libertad y una pasión que la dejó sin aliento. “Hasta en eso, es increíble,” suspiró ella, admirando la forma en que él, se entregaba a la música.

Se acercó un poco más, colocó la mano con delicadeza sobre su hombro y con un ligero timbre de risa en su voz, lo sacó de su embeleso:

—Oye, bailarín —dijo con suavidad. Harris abrió lentamente los ojos y con una sonrisa pícara se giró hacia ella.

—¿Te unes a mí? —preguntó él, con un tono juguetón.

Lucía asintió y aunque la música era contagiosa, se tomó un momento para encontrar su ritmo. Al unirse a él, sus movimientos eran un poco vacilantes.

—¡Vamos muévete Lucía, disfruta! —exclamó él, sonriendo.

La sonrisa de Harris animó a la pelirroja a moverse; Lucía comenzó a soltarse poco a poco y se dejó llevar por la melodía palpitante.

En un movimiento inesperado e hipnotizado por la música, Harris se aproximó a ella y la rodeó por la cintura con sus brazos, atrayéndola hacia él. Sus cuerpos se unieron en un mismo ritmo, y por un instante el mundo que los rodeaba pareció desvanecerse para Lucía.

—Bailas muy bien —dijo él, en un tono seductor.

—Sólo trato de seguirte el paso —respondió ella, sintiendo que sus mejillas se encendían mientras se apartaba un poco de él.

Llevada por los tragos de licor que había ingerido, Lucía comenzó a moverse de forma más rítmica y seductora, aumentando así su confianza. Harris, sorprendido por la transformación, sintió un fuego encenderse en su interior al observar la manera sensual en que Lucía danzaba frente a él. Era como si la música hubiera despertado en ella, algo que siempre había estado allí, oculto bajo la superficie.

Sin poder resistir la atracción, se aproximó a ella nuevamente. Sus cuerpos danzaron en un vaivén que parecía natural, como si cada movimiento estuviera destinado a ocurrir. La energía entre ellos creció, y sus pieles comenzaron a impregnarse de una extraña vibración que los acercaba cada vez más, como si estuvieran envueltos en un campo magnético, al cual, solamente ellos dos pertenecían.

Harris no supo cuándo ni cómo sucedió aquello exactamente, pero pronto sintió como sus labios ardían ansiosos, deseosos de encontrarse con los de la pelirroja. Con lentitud, pero sin detenerse, se aproximó a ella, sintiendo el pulso de la música resonar a través de él. Cuando finalmente sus labios se juntaron, fue como si una pequeña chispa comenzara a tomar fuerza y creciera amenazante, dispuesta a consumir y devorarlo todo a su paso.

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