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¡No va a casarse!

Harris caminaba de un lado a otro, paseándose por la amplia oficina. Se veía notablemente nervioso, movía sus manos de forma ansiosa, las pasaba por la cabeza y peinaba con los dedos su cabello; una señal evidente de la preocupación y la angustia que sentía en ese momento; intentaba procesar la conversación que acababa de tener con Layla, su prometida.

Dos días, sólo faltaban dos días para la celebración de su boda y la mujer con la que había planeado pasar el resto de su vida acababa de confesarle, por un mensaje de texto, que no estaba segura de sus sentimientos hacia él y que ya no quería casarse.

—¿Por qué Layla, por qué me haces esto? —Su voz mostraba la frustración y el dolor que albergaba dentro de su pecho.

Todo su mundo se estaba viniendo abajo de forma inevitable. No podía ser cierto, debía tratarse de alguna broma de mal gusto de su amada Layla. Verificó la fecha en el almanaque digital. No. No, era el día de los inocentes, si acaso faltaban un par de meses para Halloween.

Desesperado, intentó llamarla a su móvil para disuadirla de su absurda decisión, mas ella lo tenía apagado. ¿Era eso, o tal vez lo había bloqueado poniendo así un contacto cero entre ellos?

Por más que hizo maromas para comunicarse con ella, no pudo. Confirmando así, su segunda hipótesis: lo había bloqueado de todas sus redes sociales. Con el alma en vilo, llamó a su primo Louis en busca de un consejo que pudiera darle un poco de claridad en aquella oscura situación, mas fue imposible contactarlo.

En medio de su ansiedad y el estrés, no lograba pensar con cabeza fría, por lo que su única solución era llamar a Lucía, su mejor amiga. Esa que siempre estaba allí, incondicionalmente para él. La misma que se estaba encargando de los preparativos de su boda.

De pronto, como si Dios o el Universo le hubiesen leído el pensamiento, su móvil empezó a sonar. Lo sacó de su bolsillo y vio el nombre de ella reflejado en la pantalla. Rápidamente atendió:

—Hola, Lu —contestó Harris con una voz suave, tratando de sonar calmado aunque no lo estuviese. Su voz temblaba ligeramente al hablar y no paraba de caminar de un extremo a otro de la oficina.

—Hola, Harris. —respondió Lucía— ¿Te sientes bien? —preguntó— Te noto un poco raro.

Aunque Harris tratase de convencerla de lo contrario, Lucía lo conocía perfectamente, conocía hasta el timbre de su voz cuando estaba nervioso o preocupado aún cuando no lo tenía frente a ella.

—Realmente no. —contestó. Se detuvo frente a la pared de vidrio mirando la nada, sin un punto específico que observar. Respiró profundamente y sin más soltó aquella verdad que denotaba su derrota — ¡Layla me dejó!

Lucía permaneció en silencio por un momento, intentando darle una respuesta lógica a un acto tan descabellado. ¿Quién en su sano juicio abandonaría dos días antes de su boda a Harris Jones, el magnate más importante de Manhattan?

Layla, sólo ella podía ser capaz de herir a un hombre que lo había dado todo por ella. Un hombre que esperó durante dos años hasta que finalmente ella aceptó casarse con él.

—¿Qué pasó? —Se atrevió a preguntar.

Harris suspiró, caminó y se sentó en el sofá de tres puesto ubicado frente a su lujoso escritorio.

—Me dijo que no está segura de lo que siente por mí y que no va a casarse conmigo —respondió casi llorando.

Lucía se quedó en silencio por segunda ocasión. Harris pudo imaginarla procesando lo que acababa de confesarle. Ella era la primera en saber sobre su desdicha.

—¿No me dices nada? —cuestionó con frustración.

—No sé que decirte, me dejas perpleja con esa noticia. —exhaló un suspiro de pesar— Lo siento mucho, en verdad Harris. ¿Qué vas a hacer ahora?

Harris se encogió de hombros, aunque sabía que Lucía no podía verlo.

—No lo sé, Lu. Me siento en medio de un abismo. —admitió su vulnerabilidad.— ¿Podemos vernos y conversar en persona? —propuso.— Ya con el mensaje de texto de ella mandándome a la mierda, tengo.

—Cla-claro —respondió tartamudeando.

—¿Te parece si nos vemos en media hora en el bar de Benny? —dijo mirando su reloj de pulsera.

—Sí, sí, enseguida salgo para allá. —contestó ansiosa.

—Gracias, Lu. Siempre estás allí para mí, eres mi eterna amiga.

Cuando Harris finalizó la llamada, Lucía dejó caer su móvil sobre el sofá en el que de encontraba sentada, rodeada de papeles. Seguía obnubilada con aquella noticia.

¡Harris no iba a casarse!

¿Qué? ¿No va casarse? Se preguntó mentalmente a sí misma.

De pronto comenzó a dar saltos y gritos de emoción. Se sentía feliz con aquella noticia.

—No se casa, no se va a casar con esa tonta de Layla. —continúo dando saltos.— Gracias, gracias virgencita, gracias. —se persigno un par de veces.

Lucía recuperó su sonrisa luego de varios meses de profunda tristeza. Saber que su mejor amigo y su gran amor secreto, pronto dejaría de ser un hombre libre para convertirse en el esposo de la insoportable billonaria, Layla Fergunson, le herían profundamente.

El sonido de las campanas anunciando que eran las seis de la tarde, la obligó a recuperar la sensatez y la cordura.

—Las seis, en media hora debo estar en el bar de Benny. —dijo y corrió hasta su habitación, dejando olvidado su móvil, luego se regresó a buscarlo mientras repetía con voz ansiosa— Que voy a ponerme, que voy a ponerme. Debo verme linda, quizás ahora si note que existo. —murmuró.

Esa sería la primera vez que estaría a solas con Harris. Normalmente siempre estaban rodeados por el resto del grupo, Louis, Carl y Estefanía. Y es que aunque aquella, no fuese una cita romántica, para Lucía era lo más parecido a una.

Abrió el armario de par en par, sin encontrar algo acorde a la ocasión. Casi toda su ropa era de trabajo, vestido ejecutivos, blusas, chaquetas, pantalones de lino. Se rascó la cabeza un par de veces, mientras observaba las agujas del reloj de pared avanzar, sin detenerse.

De pronto vio, la caja con el vestido que había comprado para ir a la ceremonia de Harris y Layla. Sonaban tan bonitos sus nombres escritos en la tarjeta de invitación, que aún le resultaba increíble que ya no fuesen a casarse.

Destapó la caja y sacó el vestido de chiffon color blanco, sí era blanco, no para competir con Layla, en lo absoluto. La pelirrubia había elegido casarse de forma poco convencional, por lo que el vestido para su boda sería de color rojo. “Rojo pasión” como lo dejó en claro, la tarde que estuvieron juntas en el atelier de moda.

En pocos minutos, ya estaba lista para salir. Entró al aplicativo para pedir un taxi, tomó su cartera y salió del apartamento. Bajó las escaleras dando tiempo a que el coche llegara. Justo al salir del edificio, el automóvil se detuvo frente a ella. Lucía subió al automóvil y mientras el chofer conducía hasta el bar, le envió un par de mensajes a Harris.

“Voy en vía” envió un primer mensaje, luego verificó el tiempo que se llevaría en el GPS y escribió un segundo mensaje “Nos vemos en diez minutos” lo envió y exhaló un suspiro. Se reclinó en el asiento y sonrió desde adentro, se sentía feliz pero a la vez, nerviosa por aquel encuentro.

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