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Capítulo cincuenta y cinco 55

El anciano estiró la mano y tomó una jarra que estaba cerca. Al ver su intención, Sofía tomó un vaso y lo levantó a la altura del anciano para que lo llenara.

—Perdón, hija, a mi edad siempre se me reseca la garganta en las conversaciones largas.

—No se preocupe, abuelo, tengo tiempo para escuchar...