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Capítulo 7. Advirtiendo peligro.

POV de Ava.

—Usted, Dimitri... ¿Empleado de confianza de Alexander Ivanov? ¡Por favor!

Lo miré de arriba abajo y, la verdad, no tenía muy buena pinta. Más bien parecía sacado de una película de barrios marginales, con esa chaqueta de cuero gastada y esa mirada... Digamos que no inspiraba precisamente confianza.

«¿Empleado de confianza?», pensé, incrédula.

Después de la que mi padre había montado dejándome «en manos» de un desconocido, para colmo, ahora aparecía este tipo con esa historia.

—Alexander me envió para saber de usted, quiere que la boda se celebre cuanto antes, me ha enviado a sus órdenes, señorita Ava, y aquí estoy...

—¿Y se supone que tengo que creerme eso? —le pregunté, con recelo en la garganta. La verdad, la situación empeoraba por momentos.

—Si tienes que creerlo, ¿qué tiene de malo? Ahora mismo está en una reunión importante de negocios, ya te lo dije...

«Alexander te ha enviado a verme. ¡Qué considerado!» pensé con ironía. «Está demasiado ocupado para venir en persona, pero manda a su... ¿Un matón personal?», pensé, echándole otra ojeada de soslayo a Dimitri.

—¿Ah, sí? ¿Negocios importantes? —pregunté, alzando una ceja.

Su respuesta, un simple «ya te lo dije» acompañado de un giro de ojos, no hizo más que encender mis alarmas. «Un hombre de negocios importante... claro que sí», me dije a mí misma, sintiendo cómo la desconfianza crecía por momentos. Este tipo no me gustaba nada.

—Alexander solo quiere cuidarla y protegerla.

—¿Cuidarme? —repuse, sintiendo la bilis subirme por la garganta—. ¿A cambio de casarme con él? ¡Por favor!

Dimitri se encogió de hombros.

—Eso háblalo con Alexander. A mí me preguntas demasiado, solo cumplo órdenes, ¿entiendes?

—Sí, entiendo perfectamente —dije, con un tono tan frío que hasta me sorprendí—. Entiendo que aquí hay algo que no me están contando y no me gusta nada.

Dimitri, con una frialdad que calaba los huesos, se dejó caer en una silla como si nada hubiera ocurrido.

—Tu padre, el comisario Harris, no tenía precisamente muchos amigos, ¿sabes? —soltó sin rodeos—. Tenía una larga lista de gente a la que no le caía bien. Cualquiera de ellos podría aparecer por aquí en cualquier momento.

Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. De repente, la arrogancia se esfumó y fue sustituida por un miedo punzante.

—¿Qué sabes de esos enemigos? —pregunté, con la voz apenas un susurro.

—Son muy peligrosos —enfatizó Dimitri, mirándome fijamente—. Quieren hacerte polvo, ¿entiendes? Darte carpetazo.

Sus palabras me golpearon como un mazazo. El aire se me quedó atrapado en los pulmones.

—¿Hacerme polvo? —alcancé a balbucear, sintiendo cómo el mundo a mi alrededor empezaba a tambalearse.

¿Quiénes eran esos fantasmas del pasado de mi padre, esas sombras despiadadas que ahora venían por mí? Jamás imaginé que su vida como policía pudiera tener estas consecuencias tan directas y aterradoras para mí.

Dimitri me tendió un sobre.

—Alexander dejó esto para ti.

Al ver los billetes, lo rechacé de inmediato.

—No quiero su dinero. Puedo valerme por mí misma. No soy una mujer que se compre con billetes —dije con la cabeza bien alta.

Dimitri insistió, pero yo mantuve la mirada firme. Creo que en ese momento lo entendió. No era una niña fácil de manejar. A pesar de mi juventud y de todo lo que estaba pasando, tenía un carácter de mil demonios.

Dimitri se marchó, dejando tras de sí un silencio denso y una maraña de preguntas que me asaltaban: ¿por qué Alexander Ivanov no había venido en persona?, ¿por qué enviar a un hombre con esa aura de peligro, con esa mirada que helaba la sangre?

Su presencia, sus palabras, todo en él gritaba «amenaza». Sentí un escalofrío recorrerme la espalda, como si algo oscuro se cerniera sobre mí. ¿Qué clase de juego estaba jugando Alexander? ¿Qué secretos ocultaba tras su fachada de hombre de negocios? Cada vez que creía estar cerca de la verdad, surgían nuevas incógnitas y nuevos laberintos por explorar.

Y Dimitri, con su actitud evasiva y sus respuestas ambiguas, solo había logrado enredar aún más la madeja. Sabía que debía ser cautelosa y desentrañar este misterio con cuidado, pero la impaciencia me consumía.

Necesitaba respuestas, necesitaba saber qué papel jugaba Alexander Ivanov en todo esto y por qué me observaba desde las sombras.

Myra entró como una ráfaga de viento, con la mirada fija en la ventana por donde Dimitri había desaparecido.

—¡Ese bad boy! —exclamó con una sonrisa pícara.

—Es un empleado de Alexander Ivanov —le respondí, tratando de no mostrar tanta confusión.

—¿Cómo se llama? —preguntó Myra, sin quitar la vista del exterior.

—Dimitri, ¿a qué viene todo este interrogatorio? Creí que me habías dicho que no confiara en nadie.

Myra se encogió de hombros, intentando aparentar casualidad.

—Bueno, hay que darle el beneficio de la duda —murmuró, pero sus ojos la delataban.

Estaba embelesada con Dimitri, con sus tatuajes y su aire de tipo duro. «Idiota», pensé mientras la observaba perderse en sus fantasías.

POV Dimitri.

El movimiento de Brandon Tommasi hacia la casa de Myra me paralizó. Algo en mi instinto me decía que esto no presagiaba nada bueno. Sin dudarlo, saqué el móvil y marqué el número de Alexander.

—Alexander, es urgente —le dije, con la voz cargada de urgencia—. Brandon Tommasi se dirige a la casa de la amiga de Ava.

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea.

—No lo pierdas de vista, Dimitri —respondió Alexander con voz firme—. Infórmame de cada movimiento.

—Entendido —respondí, y colgué.

La tensión se palpaba en el aire. Sabía que Alexander no se tomaba las cosas a la ligera. Si me había dado esa orden, era porque algo importante estaba a punto de suceder. Y yo, como su aliado, debía estar allí para verlo todo.

Me moví con la agilidad de un felino, deslizando mi sombra entre los árboles y los setos, hasta que logré observar la escena sin ser detectado. Lo que vi me puso los nervios de punta.

Brandon Tommasi se acercaba a Ava con una familiaridad que me ponía el estómago revuelto. Su sonrisa, su tono de voz... Todo en él irradiaba una confianza peligrosa, como si tuviera derecho a estar allí o como si Ava fuera suya.

La forma en que ella retrocedía, confundida y cautelosa a la vez, aumentó aún más mi inquietud. Este tipo era una serpiente, un depredador que se movía con suavidad y que, sin que Ava lo supiera, estaba cayendo en su trampa.

La situación se volvía cada vez más tensa. Era evidente que Alexander debía actuar con rapidez. Ava confiaba en Brandon, lo veía como un aliado, alguien que la protegía.

No tenía ni idea de que ese miserable era el hijo de Tommasi, el peor enemigo de su padre. Y aún peor, no sospechaba que Brandon podría estar tendiéndole una trampa y guiándola hacia un peligro inminente. La ingenuidad de Ava me preocupaba.

Alexander necesitaba intervenir, revelarle la verdad y sacarla de esa telaraña de engaños antes de que fuera demasiado tarde. Cada segundo que pasaba aumentaba el riesgo de que Brandon la llevara directamente hasta las fauces del león.

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