




Capítulo 6. Protección.
POV Ava.
La muerte de mi padre dejó un vacío helado en mi alma, un abismo de tristeza sin fondo. Pero, en medio del dolor, surgió una chispa de determinación en mi interior.
No podía permitir que su muerte fuera en vano ni dejar que sus enemigos se salieran con la suya. El nombre de Alexander Ivanov resuena en mi mente como una promesa entrelazada con una amenaza.
La imagen de su rostro, capturada en una fotografía que había visto, se había grabado en mi memoria: ojos azules y penetrantes, una expresión fría y distante que ocultaba un misterio insondable.
Sabía que mi destino estaba entrelazado con el suyo: un matrimonio forzado que me sumergiría en un mundo de sombras y peligros. Pero no iba a amedrentarme. Mi padre me había enseñado a ser fuerte y a no rendirme ante la adversidad.
Y ahora, más que nunca, la necesitaba. Alexander Ivanov, el hombre que se convertiría en mi esposo, sería testigo de mi determinación. No iba a ser una víctima, sino una guerrera.
El vapor de la ducha aún se aferraba a mi piel cuando entré en la cocina. Myra estaba allí, con una taza de café en la mano.
—No te preocupes, Ava —me dijo con voz tranquilizadora—. Estaré a tu lado en esto.
Asentí agradecida, pero la incertidumbre seguía afligiéndome. Afuera, los policías de papá montaban guardia, lo que me recordó constantemente el peligro que nos acechaba.
—Gracias, Myra, no sé qué haría sin ti.
Ella me dedicó una sonrisa triste.
—Juntas lo superaremos —prometió, pero incluso sus palabras sonaban huecas ante la magnitud de lo que estábamos enfrentando.
—Myra, tengo que hablarte de alguien —comencé, temblando ligeramente—. Se llama Alexander Ivanov. Es ruso.
Myra levantó una ceja, mostrando curiosidad y sospecha en su mirada.
—¿Quién es? —preguntó con cautela.
—Papá... papá me ha hecho prometer que me casaré con él —confesé, sintiendo cómo la vergüenza y el miedo apretaban mi garganta—. Dijo que lo hacía para protegerme.
Los ojos de Myra se abrieron con incredulidad.
—¡¿Qué?! ¡De ninguna manera, Ava! No sabemos quién es este hombre, ¡no puedes casarte con un desconocido!
—Me siento abrumada —murmuré, sintiendo el peso de la promesa como una losa de acero sobre mis hombros—. Pero le di mi palabra a papá. Y con todo lo que está pasando...
Myra me tomó de la mano y me miró preocupada.
—Ava, no puedes dejar que te obliguen a hacer esto. Encontraremos otra manera. Hay que encontrarla.
—No lo sé, Myra —respondí con voz apagada—. La promesa... me siento atrapada. Myra, papá tenía muchos enemigos, no sé en quién confiar.
Myra me miró con preocupación.
—¿Y si Alexander Ivanov es uno de ellos? —preguntó, su voz llena de sospecha—. ¿Y si solo está tratando de aprovecharse de tu vulnerabilidad?
La idea me heló la sangre. Nunca lo había considerado.
—No lo sé —musité, sintiéndome aún más perdida.
Myra me tomó las manos con firmeza.
—Escúchame, Ava. No te dejaré pasar por esto sola. Hablaré con mi abuela. Ella te recibirá en nuestra casa. Las dos somos huérfanas, nos entenderemos a la perfección.
Sus palabras me dieron un rayo de esperanza, como una pequeña luz al final del túnel.
—Myra, no sé qué decir...
Empecé a explicarle, pero me interrumpió.
—No digas nada —apuntó con una sonrisa—. Solo tienes que hacer la maleta. Nos iremos de aquí lo antes posible.
Mientras empacaba mis pertenencias, mi mente se inundó de recuerdos felices con mi padre. Él había sido todo para mí: mi padre, mi madre, mi roca. Ahora, la idea de seguir adelante sin él me resultaba insoportable.
Tenía que ser fuerte, tenía que hacer que se sintiera orgulloso de mí, aunque estuviera donde estuviera. Pero la sombra de ese matrimonio arreglado se cernía sobre mí, una solución descabellada que, sin embargo, parecía la única salida. ¿Podría ser esa la respuesta? La incertidumbre y el miedo me abrumaban y amenazaban con consumirme por completo. Me sentía como una hoja a merced del viento, sin saber qué hacer ni a dónde ir.
POV Alexander.
—Serguei, vigílala. No me gusta que Ava se mueva de su casa —ordené con voz cortante—. Asegúrate de que los policías no se den cuenta. No quiero complicaciones.
Serguei asintió, su mirada fría y previsora.
—Como ordenes, Alex. La tendré vigilada las veinticuatro horas.
—Bien —dije, apretando la mandíbula—. Ahora esa chica es mi responsabilidad y no permitiré que nadie se le acerque. El trato con su padre sigue en pie.
—Entendido —respondió Serguei—. Nadie se moverá de ahí.
—Perfecto. Ve ahora mismo. No quiero errores.
La puerta se abrió de golpe y Dimitri entró como alma que lleva el diablo, con el rostro pálido y tenso. Algo grave había sucedido, lo podía sentir en el ambiente.
—¡Alex! —gritó, su voz cargada de urgencia—. ¡Tomassi! Ese maldito ha movido sus fichas.
El nombre de mi enemigo resonó en el estudio, provocando un temblor generalizado. Sabía que no eran buenas noticias.
—¡Dimitri! ¿Qué diablos pasa? —exclamé.
—¡Tomassi! ¡Ese maldito! —respondió Dimitri, con voz agitada—. ¡Ha infiltrado a su hijo en la policía!
Mis ojos se abrieron como platos y enseguida le pregunté:
—¿Cómo se llama?
—Brandon. Brandon Greco. Ese es su nombre falso —respondió Dimitri con voz grave.
De repente, todo encajó. El miedo constante de Harris por su hija, su insistencia en el matrimonio arreglado... Ahora lo entendía todo.
—Lo sabía. Harris sabía que Tomassi había infiltrado a su hijo en la policía y se había llevado ese secreto consigo. Tomassi no solo era el enemigo de Harris, sino también el mío.
Ese bastardo había estado moviendo los hilos desde las sombras y ahora Ava estaba en el centro de su juego. Tenía que protegerla, no solo por la promesa que le hice a Harris, sino porque ahora esto era algo personal.
—Entonces, ¿está en peligro esa chica? —preguntó Dimitri, su voz cargada de preocupación.
—Tomassi es un maldito —respondí, furioso—. Seguro que querrá aprovecharse de la situación y manosear a Ava.
—Lo sabía —murmuró Dimitri, asintiendo con la cabeza—. Ese bastardo nunca se detiene.
—Ahora lo entiendes —dije, apretando los puños—. Tengo que ver a Ava. Quiero hablar con ella. Tengo que convencerla para que se case conmigo. Estará a salvo a mi lado.
—Pero, Alex... —comenzó Dimitri, su voz llena de duda.
—No hay tiempo para peros —lo interrumpí, con voz cortante—. Ava es mi responsabilidad ahora. Y no permitiré que Tomassi se le acerque.