




Capítulo 1. Alexander Ivanov.
POV Ava.
—Papá, trabajas demasiado, casi no te veo —le dije con la garganta seca.
Él me miró con esa cálida sonrisa que siempre me hace sentir segura, se agachó a mi altura y me dijo:
—Mi princesa hermosa, prometo que pronto iremos de paseo a un lugar maravilloso, te lo aseguro.
Sentí un pequeño destello de esperanza en mi corazón.
—Eso espero, papá. Quiero que sea un día especial, solo tú y yo.
Papá me acarició el cabello y me sonrió:
—Lo será, Ava. Solo tienes que tener un poco más de paciencia y haremos recuerdos inolvidables.
Asentí, sintiendo que, aunque mi padre esté ocupado, siempre hay un lugar especial en su corazón para mí.
Apenas mi padre terminó de hablar de nuestro paseo, sonó el teléfono y, casi al mismo tiempo, el timbre de casa. ¡Era Myra! Menos mal que vino, porque si no, me sentiría más sola que una hormiga en el desierto. Myra siempre sabe cómo alegrarme el día.
—¡He traído unas revistas! —exclamó Myra, y antes de que pudiera parpadear, ya estábamos corriendo escaleras arriba.
Velozmente, mi habitación se llenó de risas y hojas crujientes mientras nos sumergíamos en sus páginas. Cogí otra revista y me encontré con un despliegue de vestidos de novia.
—¡Guau, mira este! —exclamé—. Siempre he soñado con casarme con un vestido así.
Myra me miró con ironía.
—Tú no te casarás nunca, eres muy exigente y, además, eres virgen.
—¡Cierra la boca! —le espeté—. Apenas tengo dieciocho años.
—Sí, pero aun así eres una mojigata, deberías haberte ido a un convento —dijo Myra con tono de burla.
—Ja, ja, qué graciosa —le respondí con sarcasmo—. Al menos yo no estoy desesperada por casarme con el primer tipo que me sonría.
Minutos después, Myra tenía sed, así que bajé por un par de bebidas a la cocina. En el pasillo, escuché la voz de papá, baja y tensa, hablando por teléfono. La curiosidad pudo más que yo y me detuve a escuchar. Alcancé a oír un nombre: Alexander Ivanov. ¿Quién demonios era ese tipo? Papá estaba hablando con alguien sobre él, con la cara enrojecida, y eso me puso muy nervioso. Antes de que me viera husmeando, salí corriendo de ahí. ¿Qué secretos escondía papá?
Mientras servía las bebidas, ese nombre, Alexander Ivanov, resonaba en mi cabeza. Era como un preludio que se deslizaba entre mis pensamientos, era extraño. ¿Quién sería? ¿Por qué papá hablaba en secreto sobre él? El misterio me abrumaba y, a la vez, la curiosidad me impulsaba a descubrir de quién se trataba.
POV Robert.
¿Cómo es posible que ese criminal esté a punto de salir en libertad? ¿Qué le pasa al sistema de justicia en Rusia? Los Ivanov son unos demonios. Ya me deshice de casi todo el clan, aunque no planeaba que murieran, solo quería hacer justicia y sacar a esos criminales de las calles.
Pero parece que la justicia rusa está ciega, sorda y corrompida. No puedo permitir que Alexander Ivanov salga libre, no después de todo lo que han hecho.
Cogí el móvil y llamé a un contacto en Moscú para rogarle que impidiera la puesta en libertad de Alexander Ivanov. Pero fue en vano, ya era demasiado tarde. El maldito ya estaba libre, había salido de prisión hoy mismo, junto con Dimitri Putin, ese otro demonio. ¡Diablos! Esto se va a salir de control. Ivanov y Putin juntos... Es una pesadilla hecha realidad. La justicia rusa está podrida hasta la médula y ahora todos pagaremos las consecuencias. Tengo que encontrar a Alexander Ivanov y detenerlo antes de que siga causando más daño.
Cogí mi saco y me dirigí a la habitación de Ava.
—Tengo que ir a la comisaría —le dije, tratando de sonar tranquilo.
Ella me miró con cara de preocupación y preguntó:
—¿Estás bien, papá?
—Sí, mi niña, todo está bien —le respondí, aunque sabía que no era cierto—. Solo tengo unos asuntos que atender.
Afuera me esperaba Brandon, un joven policía de los buenos, con el que compartía los mismos intereses: hacer justicia. Vi que miraba hacia arriba y, al seguir su mirada, vi a mi hija y a su amiga saludando desde la ventana. Al verme mirarlas, se apartaron rápidamente.
—¿Has perdido algo allá arriba? —le pregunté a Brandon, con la voz helada y la mirada fija en él, como la de un lobo hambriento—. Mi hija apenas tiene dieciocho años, recién cumplidos.
Brandon se puso blanco como la nieve y comenzó a tartamudear.
—Señor, no estaba haciendo nada malo. Solo estaba mirando el cielo.
—Ten cuidado, Brandon —le advertí con voz baja y amenazante—. Mi hija es mi tesoro más preciado. El que se atreva a hacerle algo, aunque sea con la mirada, se arrepentirá, porque le arrancaré los ojos y se los daré de comer a los cocodrilos.
Brandon tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. La situación, aunque tenía un toque de humor negro, me hizo sonreír.
—Entendido, señor —respondió con voz temblorosa.
Nos metimos en la patrulla y nos dirigimos al centro de operaciones policiales. Con la salida de Ivanov, la situación se complica. Es posible que entre por los caminos verdes.
Esa mafia es poderosa y tiene comprado a gran parte del poder judicial. Por la plata baila el mono... La situación es crítica y tenemos que actuar rápido antes de que ese criminal vuelva a sembrar el caos.
POV Ava.
Parece que papá se dio cuenta de que habíamos saludado a Brandon. Aunque no habíamos hecho nada malo, fue la sonrisa de Myra la que lo delató todo. Espero que papá no me regañe cuando regrese del trabajo. Lo último que necesito es una charla sobre chicos y modales.
—¡Eres una idiota! ¡Papá nos pilló saludando a Brandon por la ventana! —le grité a Myra.
Ella, como siempre, no le dio importancia.
—Tranquila, Ava. Brandon está buenísimo y creo que le gustas.
—No digas tonterías —le respondí exasperada—. Mejor vamos a la oficina de papá por los libros, tenemos que estudiar.
—No seas aburrida, Ava. Yo no vine a estudiar —se quejó Myra.
—Pues sí lo harás —le dije, cruzándome de brazos—. Dentro de unos días tenemos los exámenes finales.
Myra puso los ojos en blanco, mostrando su hastío.
—Uy, está bien, amargada. Pero quiero que sepas que esto es una tortura.
Cuando llegamos a la oficina de mi padre, fuimos directamente a los estantes en busca de los libros que necesitábamos. Pero, como siempre, Myra se distrajo. Encontró una fotografía que sobresalía de una carpeta marrón, una de esas carpetas gruesas llenas de expedientes que papá siempre tiene. La sacó con curiosidad, ignorando mis advertencias de que no tocara nada.
—Myra, deja eso —le dije, tratando de sonar autoritaria—. A papá le molesta que toquen sus cosas.
Myra, con su típica sordera selectiva, ignoró mis palabras.
—Mira esto, Ava —indicó, con la mirada fija en la fotografía—. Es... es extraño, pero muy guapo.
—Myra, por favor —insistí—. Tenemos que estudiar.
Pero era inútil. Myra ya estaba perdida en el misterio de la fotografía.
—Mira al hombre de la foto —exhortó Myra, con una extraña fascinación.
A regañadientes, miré la imagen. Era un hombre rubio, de ojos azules y aspecto rudo, con un tatuaje de un escorpión en el brazo. Su presencia me produjo escalofríos. Volteé la foto y leí el nombre escrito en la parte trasera: «Alexander Ivanov».
Ese nombre me resultaba familiar. ¡Claro! Es el mismo nombre que mencionó mi padre en su llamada. El mismo nombre que lo puso tan nervioso.