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Capítulo 12. No dormiré en tu cama.

—¿Qué demonios haces aquí, Sabina? —susurré, con la mandíbula tensa—. Estás agotando mi paciencia.

Sabina se encogió de hombros con una sonrisa falsa.

—¿Quién está en esa habitación, Alex? ¿Otra de esas prostitutas que se colaban en la prisión de Moscú?

Su tono era venenoso, a pesar del brillo en...