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Capítulo 33. Una confesión

Sebastián

Dakota y yo salimos del bar en mi auto. Mi equipo de seguridad se encargó del suyo, con órdenes de llevarlo a mi edificio. En el camino, el silencio se instaló entre nosotros, tenso, cargado de expectativa. Ella se mordía el labio una y otra vez, como si en su mente estuviera debatien...