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Capítulo 1. Una fiesta de cumpleaños

SEBASTIÁN

Meses atrás…

Había pasado por varias cosas en mi vida. El temor de perder la empresa que me ha costado levantar y otra de ellas… enamorarme. Observaba como mis amistades y otras personas sufrían por eso. Me protegí de no salir lastimado. El día que llegase ese momento, no sé qué pasaría. Sería mi destrucción sin duda alguna. Por eso, me enfocaba a lo que realmente valía la pena: Mi trabajo y mi familia.

—Señor Martin, acabo de enviar la nueva información con la empresa española. ¿Quiere que lo revisemos a profundidad? —Julia siempre tan eficiente, pero era fin de semana y ya merecíamos descanso. Toda la semana estuvimos desvelándonos para dejar listo varios contratos para los nuevos clientes. Pero había uno en especial que me importaba demasiado, sería expandirnos rápidamente por todo el continente europeo. Hasta podríamos decir que hasta el China. Pero es algo que el lunes empezaría a estudiar.

—Descansa, deja eso ahí. Hoy tengo la cena de beneficencia de los Jones con mis padres, así que sal temprano, diviértete mujer—dije guiñando un ojo divertido a Julia.

—Gracias, señor Martin. Loren ha salido antes, que si necesitaba algo que le llamara al móvil y señor Martin...—la miré esperando lo que iba a decir— ¡Feliz cumpleaños! —le di las gracias y se marchó con una sonrisa.

Hoy era mi cumpleaños.

Nunca lo festejaba porque no me interesaba. Mi madre siempre se salía con la suya cuando aún vivía en su casa, pero ahora a mis treinta y cinco años insistía en festejar.

Philips, mi chófer y guardaespaldas me llevó a casa a cambiarme para la cena que tenía dos horas después. Camila, mi hermana menor llamaba insistente para confirmar mi presencia. Y siempre terminaba la llamada con una amenaza sutil si tenía alguna intención de no presentarme. Pero ya estaba confirmado.

***Dos horas después estaba entrando al gran salón, pero creo que me he equivocado.

— Philips, ¿Este es el salón? No hay...—las luces se encendieron y los gritos de “Sorpresa” llenaron mis oídos, incluso diría que me había quedado sordo.

— ¡Feliz cumpleaños, hermanito! —el abrazo efusivo de mi hermana menor casi me exprime en su totalidad el aire que albergaba.

— ¡Feliz cumpleaños hijo! —mis padres efusivamente y el resto de la noche me la pase en un shock por la sorpresa.

Estaba de pie en un pequeño grupo de empresarios y amigos, todos con sus mejores trajes de etiqueta: mujeres con vestidos largos, algunos adornados con pedrería y otros con detalles sofisticados, mientras que los hombres lucían pajaritas elegantes y trajes impecables. La conversación fluía con tranquilidad hasta que una risa femenina llamó mi atención, suave pero llena de vida, que se destacó entre la multitud.

La risa provenía de un grupo de mujeres a unos cinco metros de nosotros. Sin querer, me vi atraído por la melodía en su voz. La observé mientras llevaba la copa a mis labios. Era imposible no notar la forma en que su presencia llenaba la habitación, como si todo a su alrededor se desvaneciera un poco. En ese instante, nuestros ojos se encontraron, y algo en mi interior se estremeció.

Sus ojos eran claros, de un color difícil de describir desde la distancia. Su piel, bronceada con un tono exquisito, parecía brillar bajo las luces suaves del salón. Sus labios, de un carmín intenso, se destacaban con un contraste perfecto contra su piel. Y el vestido… el vestido negro se ceñía a su figura con una elegancia descarada, un escote en V que llegaba justo a la mitad de su abdomen, sutilmente atrevido pero de una sofisticación que me dejó sin palabras. Era simplemente hermoso, elegante, sin atisbo de vulgaridad.

Intenté apartar la mirada, incómodo al darme cuenta de que ella no dejaba de observarme. Ajusté mi pajarita, nervioso, algo que no hacía jamás, pero había algo en ella que me desconcertaba. ¿Qué estaba pasando? No era solo su belleza, algo más había en su presencia que me tenía atrapado. Los murmullos a mi alrededor seguían fluyendo, pero mi mente parecía centrada solo en ella. Matthew y John hablaban entre sí, pero no podía concentrarme. Algo, algo de ella no dejaba de intrigarme.

— ¿Estás bien? —preguntó John, sonriendo con esa expresión traviesa que siempre lo caracterizaba.

— Sí, claro —respondí rápidamente, mirando hacia otro lado, como si eso pudiera deshacer lo que acababa de sentir. Pero como un canto de sirena, volví a girarme, y ahí estaba ella, caminando hacia mí, como si el resto del mundo no existiera.

Era joven, demasiado joven para lo que yo imaginaba que debía ser mi tipo. Su cabello pelirrojo caía en ondas perfectas sobre sus hombros desnudos, su rostro casi etéreo en medio de la multitud. El vestido negro que llevaba estaba adornado con una pedrería sutil que capturaba la luz de una forma que solo acentuaba su belleza.

— Buenas noches, caballeros —dijo con una voz suave, casi como un susurro, pero clara y firme al mismo tiempo.

— Dakota, buenas noches, estás hermosa —dijo John, con un tono encantado, como siempre tan efusivo. — Gracias por venir.

— Buenas noches, señorita, soy Matthew Rendar —se presentó mi amigo, casi como un niño enamorado. Pero antes de que pudiera seguir hablando, se giró hacia mí y extendió su mano, y sin pensarlo demasiado, la tomé con la misma cortesía de siempre.

— Dakota Brown —dijo ella con una leve reverencia de cabeza, tan elegante que me hizo sentir como si fuera un novato en esos gestos.

— Sebastián Martin, el festejado —respondí, mi voz sonando más tranquila de lo que realmente me sentía en ese momento, y ella me regaló una sonrisa que parecía guardarse un secreto.

El roce de nuestras manos me electrizó de una manera extraña, como si algo profundo y misterioso hubiera pasado entre nosotros en ese simple gesto. Nos soltamos rápidamente, casi de manera instintiva, como si ambos hubiésemos sentido una conexión inusitada, algo que no podía explicarse.

— Felicidades, señor Martin —dijo ella con una sonrisa que me pareció aún más enigmática, y fue entonces cuando pude ver el color real de sus ojos: un marrón claro, casi dorado, que brillaba como miel. Ese color era raro, algo que no encontraba todos los días. La combinación con su piel era simplemente hipnótica.

— Gracias, señorita Brown. ¿Está disfrutando de la velada? —pregunté, un tanto nervioso, sin saber exactamente por qué.

Ella tomó un sorbo de la copa que John le había ofrecido y, aunque su rostro seguía mostrando una compostura impecable, no pude evitar notar el leve toque de indiferencia en su tono.

— Sí, —contestó con una leve sonrisa, como si intentara no decir lo que pensaba realmente. — Es muy agradable.

Arqueé una ceja. "Agradable", dijo. ¿Eso era todo lo que pensaba sobre este evento? Esperaba algo con más emoción, pero tal vez estaba equivocándome.

— Supongo que vienes acompañada —dijo John, con su curiosidad habitual, interrumpiendo mis pensamientos.

Ella lo miró atentamente, no de forma agresiva, pero sí con esa calma inquietante que parecía definirla.

— Dos amigas —respondió sin perder la compostura. Luego, de repente, me miró de nuevo, y esa mirada me hizo tensarme un poco. — ¿Cómo ha ido el trabajo?

Mi corazón dio un vuelco, y me tensé de inmediato. Las personas presentes en esa fiesta tenían algo en común: yo. Pero ella, la señorita Brown, no la había visto jamás en mi vida. Entonces, ¿cómo es que estaba aquí, tan casualmente? Ahora resultaba que era conocida de John, y eso solo aumentaba la curiosidad en mí. Había más detrás de esa mujer, algo que no podía descifrar.

John estaba hablando animadamente sobre su cadena de cafés, mencionando cómo había tenido mucho trabajo últimamente. Como siempre, su entusiasmo por su negocio era contagioso, pero mi mente seguía centrada en la mujer que había irrumpido en la conversación.

Sin poder evitarlo, me vi invadido por la curiosidad y, como si mi voz tuviera vida propia, la interrumpí.

—Disculpen, ¿de dónde se conocen? —pregunté, mi tono reflejando una mezcla de interés genuino y un toque de desconcierto.

Ambos se giraron hacia mí al unísono. Matthew, al igual que yo, prestó atención a la respuesta de John, que parecía un poco relajado por la atención.

—Hace unos meses nos conocimos cuando derramé cappuccino en su maletín —dijo John, pasando una mano distraída por su cabello, como si la anécdota fuera algo común. —Ella estaba por salir del café de la Quinta Avenida, le pagué la limpieza y desde entonces nos hicimos amigos. Ah, y por cierto, le había comentado que haríamos una fiesta sorpresa. Es una de mis invitadas. Espero no te moleste —añadió, como si no fuera una gran revelación.

Mi sorpresa fue evidente, pero no pude evitar una sonrisa incómoda. No me molestaba, no al menos de manera consciente. Más bien, me sentía intrigado, como si todo esto estuviera más allá de lo que podía ver a simple vista.

—Claro que no, es un placer conocer a la señorita —respondí con amabilidad, aunque mi voz sonaba un tanto distante. — ¿Y a qué te dedicas? —pregunté, buscando algo más que un simple dato.

Ella tomó un sorbo de su copa con una gracia que parecía natural. Después, se lamió los labios ligeramente, un gesto tan sutil pero tan provocador que me hizo tensarme de inmediato.

—Soy asistente en Wellington Management Company —respondió, y mis ojos se abrieron un poco más al escuchar el nombre de la empresa. Era conocida por su exclusividad en el mundo de la inversión y administración privada.

— ¿Asistente de quién? —pregunté, mis palabras saliendo de manera casi automática. El hecho de que trabajara allí, junto con el hecho de que estuviera tan cerca de alguien tan influyente, despertó algo en mí.

Ella sonrió, levantando ligeramente la barbilla en una actitud que no parecía temerle a nada, ni a nadie. Esa confianza en ella misma era tan cautivadora como desconcertante.

—De la bisnieta del señor Paine, Idaly Paine —dijo con una leve sonrisa, y aunque yo sabía que esa información era correcta, no pude evitar que mi mente se llenara de pensamientos inquietantes. "Calma, Martin, no te pongas paranoico", me reprimí a mí mismo.

Antes de que pudiera seguir indagando, Matthew, que había estado observando la conversación con un aire de diversión, intervino para cambiar el rumbo.

—Bueno, bueno, basta de hablar de eso, hablemos de algo más divertido. —Dijo con tono jovial, guiñando un ojo. — ¿Podrías presentarme a una de tus amigas?

La espontaneidad de la pregunta hizo que mis labios se curvaran en una ligera sonrisa. Sin pensarlo, las palabras salieron de mi boca sin filtro, como si hubiera sido un impulso:

— ¿Me concedes una pieza?

Ella levantó las cejas con sorpresa, pero asintió, y por un momento, algo en su mirada me dejó claro que había algo más bajo la superficie de su comportamiento. Tal vez no lo reconocía aún, pero había algo en su expresión que parecía decir que este baile sería más que solo un juego de cortés etiqueta. Extendí mi mano, y después de un breve momento de duda, ella la tomó. Caminamos hacia la pista de baile, y mi mano se posó suavemente en su cintura, mientras la otra se entrelazaba con la suya. El contacto era eléctrico, y el mundo a nuestro alrededor se desvaneció en ese instante.

— ¿Lo has sentido? —pregunté en un susurro, incapaz de evitar la necesidad de saber si ella también lo había experimentado. Sentí su cuerpo cerca del mío, pequeño, pero su presencia tan intensa como la mía.

Ella levantó la mirada hacia mí, y por un instante, sus ojos miel me atraparon con una intensidad que casi me dejó sin aliento.

— ¿Qué cosa? —preguntó, su tono de voz suave pero con una curiosidad que me hizo estremecer.

Me quedé en silencio un momento, perdido en su mirada. Mi mente se desvió, y aunque las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta, me limité a sonreír y responder:

—Nada.

La canción llegó a su fin, y de inmediato, ella se alejó de mi agarre con una rapidez que me sorprendió. Con una sonrisa sutil, me dijo:

—Gracias por la pieza, buenas noches y feliz cumpleaños.

Se soltó de mi mano y se adentró entre los invitados, esquivando a todos con una gracia inesperada, dejando una estela de misterio y algo más que no pude entender por completo. Me quedé allí, de pie, observando cómo se desvanecía en la multitud. El silencio de la pista de baile me envolvió, pero mi mente seguía enfocada en ella.

¿Quién era realmente Dakota Brown?

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