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ABRIR LOS OJOS

Se podría decir que después de escuchar su historia no he sabido muy bien que decirle o como tratarla. Es extraño como me siento en estos momentos. Le veo jugar con mi pequeña en el sillón e intento comprender como es que alguien que ha pasado y que pasa por tanto puede sonreír así.

Creo que me ha dado una lección de vida bastante grande. He llegado a pensar que mi dolor era el más fuerte y peor de todos, y solo era un egoísta que no se daba cuenta que a su alrededor también hay gente que sufre y quizás peor que yo.

El ruido del timbre interrumpe mis pensamientos y nuestras miradas se cruzan por un instante como diciéndose muchísimas cosas.

—Yo voy —le dejo saber y sonríe.

Al abrir la puerta, el muchacho que siempre trae la comida china me saluda y luego de firmarle el recibo me entrega la bolsa.

—Pondré la mesa —informo y ella se pone de pie con Sara en brazos.

—Te ayudo —me dice y comienza a buscar los platos, cubiertos y vasos en la cocina.

—Si que eres terca —bromeo y encoje sus hombros.

—Soy de tauro, no puedes esperar menos de mi —me dice entre risas y la miro extrañado.

—¿Cuándo cumples años?—pregunto con gran curiosidad.

—El 8 de mayo —responde.

—¡Vaya! ¡Si es que los dos cumplimos años en mayo! —digo como si fuese algo extraordinario y ríe.

—Mucha gente cumple años en mayo Facundo...

—Vale... deja que me emocione con algo, hace mucho no lo hago —digo con algo de vergüenza y ríe.

—Lo siento... es que últimamente he estado un poco extraña… lo siento... —vuelve a decir y me pone nervioso la cantidad de veces que ha dicho lo siento desde que nos conocimos.

—Amber, no debes decir lo siento a cada momento —le informo.

—Es una costumbre... al final del día eres mi jefe —dice algo nerviosa.

Una vez que la mesa esta puesta y que Sara ya está ubicada en el maxi cosi que hay sobre una de las sillas, ambos nos sentamos para almorzar. Supongo que ella se siente un poco incomoda con mi presencia; al menos ese sería un motivo para su silencio.

—¿Te incomoda que este aquí? —me atrevo a preguntar y niega rotundamente después de haber bebido un sorbo de agua.

—No, no es eso... es que creo que te he contado mucho de mi vida y no debí hacerlo; no sé si es correcto —se explica.

—No lo pienses tanto. Al final del día creo que hemos entendido el dolor del otro y eso de alguna manera nos ha hecho bien a los dos —comento.

—Eso es verdad... supongo que ha de ser muy difícil seguir como si nada dando entrevistas y conciertos después de lo sucedido, ¿no? —me pregunta y esto si no lo esperaba.

En estos dos últimos meses nadie se ha preguntado cómo me sentía y si realmente estaba preparado para seguir adelante. Lo único que ha importado son los contratos, las demandas, y las entradas que se han vendido. Cuando soñaba con hacer música, jamás había soñado con esta parte de la carrera.

—Claro que no, pero a nadie le ha importado. Sabes, cuando soñaba con ser cantante; jamás imagine que me convertiría un esclavo de mi carrera. No creí que debería dejar mis sentimientos a un costado para cumplir con los compromisos solo porque había dinero de por medio. Ese no era mi sueño —le digo algo triste.

—Puedo imaginarlo —es lo único que consigue decir.

—¿Y tú? ¿Cómo haces para seguir adelante? Me imagino que tu sueño no era casarte de la manera en que lo harás —pregunto y su cara cambia completamente.

«Creo que he metido la pata...»

—Claro que no. Mi sueño era casarme con Diego, pero todo se derrumbó en un momento. Allí entendí que hay veces que tardamos tanto en construir la felicidad, que cuando estamos en el momento preciso de disfrutarla, se desvanece de nuestras manos como el agua. Cristian llego, me cuido y yo creí que debía darme otra oportunidad en esta vida; pero, me equivoqué... no era él. De todas maneras, ya no importa... me toca casarme con él y debo intentar ser feliz como pueda —explica.

No puedo entender que hable así, aunque yo tampoco soy el más indicado para hablar; he prometido no enamorarme de nadie más y eso es aún peor.

—¿Y entonces porque ese tatuaje? Me has dicho que el amor es lo único que está bien en esta vida —pregunto confundida y ella de inmediato da vuelta su brazo para mirar su tatuaje.

—Lo hice a las semanas de que falleciera Diego y de que yo perdiera a nuestro hijo. No quiero olvidarme de que si he conocido el amor y que sigue siendo lo único que ha estado bien en mi vida a pesar de todo —confiesa y en estos momentos siento como si me hubiesen dado un golpe de realidad que me cuesta asimilar.

—Joder —digo mientras limpio las lágrimas que comienzan a salir de mis ojos.

—Perdón. No quise hacerte poner mal —dice avergonzada y niego.

—No... es que no es eso... Amber, nunca lo había visto así. Llevas razón; a veces lo malo nubla lo bonito que ha habido en nuestra vida. Enfocándome en mi dolor, olvidé que tuve la fortuna de conocer el amor y no todos la tienen esa suerte. He olvidado que mi hija es la prueba viviente de que ese amor existió y yo como un idiota no he sabido estar a la altura.

—Facundo, no te culpes. Lo tuyo no ha sido fácil —me dice y niego.

—No hay excusas para haber sentido que, por culpa de Sara, Lucia ya no está aquí. Mírate a ti... tú los has perdido a los dos y aquí estás haciéndole frente a la vida incluyendo la enfermedad de tu padre y la canallada que te ha hecho tu novio. Es que he sido un imbécil por creer que mi dolor era superior al del resto del mundo y querer que todos sintieran lastima por mí —confieso en un arranque de sinceridad.

—Cada uno hace lo que puede con su dolor —intenta justificar.

—Pues yo he hecho muy poco. Me imagino que Lucia ha de estar regañándome donde quiera que este y de seguro que te ha enviado a ti para abrirme los ojos; no sé porque, pero comienzo a creer que toda esta conversación no es casualidad —confieso y me mira sorprendida.

—No sé qué decirte.

—No tienes que decir nada; soy yo quien debe decirte algo, y es gracias porque me has abierto los ojos. Sara necesita la mejor versión de su padre, y así sea para vivir solo para ella; seguiré adelante —digo firme y es prácticamente una promesa hacia mí mismo y para mi hija.

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