




Un encuentro inesperado
Camila pasó una noche intranquila, no sabía qué haría después o al menos no lo tenía del todo claro.
Al despertar, fue hasta la cocina, se dió cuenta que Lola aún no se había levantado, por lo que se dispuso a preparar comida para llevarle a su madrastra y a su padre al hospital.
Se puso ropa cómoda y salió.
Al llegar al centro de salud, Clara se le acercó para saludarla y aprovechó de preguntarle si Fernando había aceptado ayudarlos.
―Buenos días Camila, gracias por todo lo que has preparado para nosotros. ―le dice la mujer, recibiendo las viandas.
―Buenos días, Clara. No te preocupes. ¿Cómo siguió papá?
―Pasó la noche tranquilo, sin novedad. Por cierto, ¿Conversaste con tu esposo respecto al asunto?
―Eso está bien, y... Fernando... llegó muy tarde anoche y no pude hablar con él ―le respondió apretando los labios y esquivando la mirada.
―Camila... ¿Cómo haremos ahora? Hay que pagar la factura del hospital y...
―...Pero descuida, algo se nos ocurrirá y por la factura no te preocupes, en este momento iré a cancelarla.
Camila salió de la habitación, luego de darle a su padre un beso en la frente y se dirigió a la planta baja, donde estaban las taquillas de pago. Se colocó en la fila y, de repente, escucha que alguien a su lado hace un comentario que la saca de onda:
―¿Aquella mujer no es la actriz Brittany Parker?
En ese momento Camila alza la mirada para darse cuenta que efectivamente era aquella mujer que siempre había estado entre Fernando y ella, como una sombra.
―¡Está bellísima! Y su acompañante es muy guapo, ¡Cómo se ve que son tal para cual! ―repetía la señora que estaba delante de ella.
Camila sintió un bajón, al comprobar que el acompañante de aquella mujer, era nada menos que el mismo Fernando Valderrey, el hombre con el que ella estaba casada hace cinco años.
―Ayer vi en una entrevista que volvió para quedarse, tiene proyectos millonarios con una de las grandes televisoras de España ―comentó otra mujer ―y ese tío que la acompaña está como para chuparse los dedos y se ve que tiene mucho dinero.
―Iré a pedirle un autógrafo y a tomarme unas fotos ―aseguró una de las enfermeras.
A lo lejos, se veía a la pareja entre sonrisas y muy acaramelados, acciones que sin duda, le apedreaban el corazón a Camila, quien trataba de no mirar y de evitar que ellos, por error, también lo hicieran.
«He sido una estúpida, creyendo que esta relación iba a funcionar cuando en el fondo sabía que nunca sería así», pensaba Camila mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Por fin tocó su turno, realizó el pago de la hospitalización de su padre y cuando iba a voltear para tomar el ascensor, se topa de frente con Brittany y Fernando. Ella la ignoró, parecía no recordarla, pero él abrió muy bien sus ojos aunque no emitió palabra o gesto alguno.
—Amor, te quedaste mudo ¿Conoces a esta...? —le preguntó Brittany señalando a Camila.
—Ehh, no preciosa, solo que me distraje por un instante con tu belleza. —le respondió con una sonrisa mientras le acariciaba el rostro.
Este momento para Camila fue una muerte súbita, sobre todo al ser ignorada por su esposo. Las piernas le flaqueaban, aún así, pudo moverse y escapar de ese instante tan incómodo. Antes de entrar a la habitación de su padre, secó sus lágrimas e intentó ocultar su tristeza.
—¡Hijita mía! Has regresado ¿Estás bien? —le pregunta Ramón, acomodándose en la cama.
—¡Papito mío! Sí, estoy bien, no deberías preocuparte. —le contesta, besándole la frente.
—Siento que me estás ocultando algo, Camita ¿Qué es?
—Hace tanto que no me decías así, papá y... no, no oculto nada, solo estoy cansada. Deberías descansar y así, yo también lo hago.
—Umm, no me convences mucho, pero sí... he pensado mucho este día, sé que he errado y...
—Ya no digas más papá, me iré a casa, necesito dormir. Descansa. Ten una buena noche. —se despide Camila de su padre.
Con su cartera de Gucci en la mano, se dispone a salir de la habitación. Sus ojos se ahogaban entre lágrimas, solo quería llorar a mares y, así sacar toda esa amargura que le estaba carcomiendo el alma, el corazón y hasta las entrañas.
Baja al parqueadero, prende su auto y se va a casa.
Cuando entra en la villa, su esposo aún no había llegado, pues su auto no estaba parqueado en la entrada.
—Buenas noches, señora.
—Buenas noches, Lola. ¿El señor vino a casa?
—No señora. ¿Usted va a comer?
—No Lola, gracias. Quizás más tarde. Vete a descansar.
—Sí, señora. Gracias. Permiso —le responde la ama de llaves, quien lo hace despacio, como queriendo acercarse a su señora, pues nota que no la está pasando bien.
Camila sube a su habitación, dejando todo en el sofá que tiene al entrar. Su llanto se acrecenta cada instante más. Por un momento en el que encuentra la calma, toma el control de la tv y busca algún canal que la distraiga, encontrando solo el de las noticias y una figura muy conocida en ellas.
«La famosa actriz Brittany Parker celebra su cumpleaños en un reconocido restaurant de la ciudad madrileña, acompañada por un apuesto caballero, un magnate de la industria, quien presuntamente es su novio».
Las palabras de la reportera se clavan en las sienes de Camila, quien continúa devastada, por todo lo que está pasando.
«Dios mío, ¡Me siento tan mal! ¿Por qué me tiene que pasar todo esto a mí?», decía entre sollozos, acurrucada en su cama, «¡No aguanto más! ¡Me quiero morir! Y acabar con esto de una vez por todas».
De repente, siente una fuerte punzada en el vientre, trayéndola a la realidad de su estado y situación, recordándole que tiene una vida en su interior, por la que tiene que ser fuerte contra todo.
«¡Oh, por Dios! ¡Mi bebé! ¡Perdóname mi chiquitín! No debí decir eso. ¡Perdóname, Dios mío! No sabía lo que decía», gritaba Camila en su alcoba, mientras abrazaba su abdómen, aferrándose a esa criaturita que había sido su más grande anhelo.
«Todo va a estar bien, saldremos de esta juntos mi bebé, seré fuerte por y para ti. ¡Te lo prometo!», decía en susurros.
Fueron pasando las horas y su esposo, no llegaba. Trataba de esperarlo despierta para pedirle una vez más, que le tuviera misericordia a su padre y le ayudara con la deuda. Cuando estaba a punto de amanecer, se abre la puerta de la habitación, era Fernando, quien al verla aún despierta, le dice:
—¿Cuántas veces te he dicho que no me esperes despierta?
—Fernando, necesito hablar contigo, es urgente, de vida o muerte.
—No quiero hablar de nada, ahora estoy muy cansado y si crees que voy a ayudarte con el gran problema en el que se metió tu padre, estás muy equivocada. Que busque él la manera de salir de sus deudas, ―le responde furioso, entrando al sanitario.
—Fernando, por favor, de eso depende la salud de mi padre, ten piedad por el amor de Dios. —le decía Camila, prácticamente humillándose ante él.
—¿Piedad? No me hagas reír, pídele piedad a Dios o a quien tú quieras. Ahora déjame en paz, quiero dormir.
Fernando se acostó en la cama, dándole la espalda a Camila. En otras ocasiones, cuando Brittany no había reaparecido en su vida, la abrazaba por la cintura, sin embargo, esta y todas las noches anteriores, no lo había hecho. Camila, ahogó su llanto en la almohada, acariciando su vientre, hasta que se quedó dormida.