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¡Tu padre está muy grave!

Camila moría por decirle que estaba embarazada, que por fin se les había dado la oportunidad de ser padres y consolidar su familia, pero sintió una enorme rabia al leer el mensaje que le habían enviado a su esposo.

—Entonces no entiendo para qué me llamaste o qué era lo que querías hablar conmigo. Tú siempre con tus ataques para llamar la atención. —le dijo, mientras se quitaba la toalla, apartaba el edredón y se acostaba.

El corazón de Camila se entumecía de dolor. Esa noche, su marido había sido mucho más frío con ella que otras veces. Se sentía desfallecer, la tristeza la envolvía...

De pronto, el té que consumió rato antes, comenzó a surtir efecto, por lo que apagó la luz de la mesita de noche y se dispuso a dormir, debía parar de pensar y descansar un poco, rápidamente se quedó dormida.

A la mañana siguiente, un rayo iluminó su alcoba. Ella despertó. Como ya se había hecho costumbre, su marido no estaba en casa.

Camila se estiró un poco y se sentó en la cama. Tocó su vientre y sonrió. Aunque este aún estaba plano, ya tenía la certeza de que ahí estaba su bebé, ese al que ansiaba procrear, aun sin saber si su esposo lo querría tanto como ella.

«¡Mi hermoso bebé, voy a luchar por ti! ¡No sabes cuánto te he deseado!», pensó mientras acariciaba su vientre.

De pronto, se levantó y se dirigió al sanitario.

Al cabo de unos minutos, salió de ahí, ya se había aseado e iba hacia el vestidor a buscar algo cómodo que usar esa mañana asoleada, pero prefirió antes, inhalar un poco de aire fresco. Ella necesitaba ese contacto con la naturaleza, le encantaba hacerlo desde que era muy niña, por lo que fue hacia el ventanal de su habitación y salió a la terraza.

Disfrutó un rato de esa conexión entre la brisa, el sol y el milagro de la vida creciendo en su vientre. De repente, a lo lejos, percibe la silueta de su esposo, quien regresaba de hacer su caminata diaria. Ella lo admiró desde la terraza. Fernando seguía siendo un hombre atractivo y muy guapo, a pesar de su personalidad tan cambiante y de su temperamento gélido y distante para con ella.

En ese ínterin, Fernando voltea hacia la parte superior de su casa, pues siente que una mirada penetra sus poros, es en ese momento, en el que ambas miradas se cruzan. Camila no aparta su vista de él, y él simplemente, la mira, frunce el ceño, como si le molestara que su esposa lo admirara y apartó sus ojos de ella.

«¿Por qué Fernando habrá cambiado tanto? ¿Qué ha sido lo que lo hizo dar ese vuelco tan drástico en su vida?», pensó antes de volver a su habitación y cerrar la cortina del ventanal.

Camila se dirigió al vestidor, se vistió con un jean y una playera verde pasto, se puso unos tenis muy cómodos y batió su cabello, hoy quería estar lo más ligera posible. Bajó a la cocina, para encontrar que Lola ya había hecho el desayuno, tal y como al señor le apetecía los días martes.

―Buenos días señora, ¿cómo amaneció? —pregunta la empleada a Camila, al verla entrar.

―Buenos días Lola, bien, aunque sin mucho apetito. Y, ¿usted?

—Muy bien señora Camila, gracias por preguntar.

—Me alegra mucho, por cierto, veo que ya adelantaste el desayuno, ¡Qué bueno!

—Sí, antes de irse a caminar, el señor me ordenó que estuviera listo para cuando él volviera de su rutina, ya que tiene que irse a la oficina temprano.

—¡Ah, pues siempre se va temprano! Pero está bien.

—¿Va a comer, señora? No puede dejar de hacerlo, tiene que alimentarse.

—Umm, bueno, pero no comeré de lo que hiciste para el señor, prefiero algo más, ehh, ligero, ¿sí?

—¡Claro que sí, señora! Ya sé que puedo ofrecerle.

Ella no tenía mucho apetito, sin embargo, accedió a comer un plato de atol con frutas para no destragarse, pero recordando que estaba embarazada, optó por decidir no saltarse ninguna comida, como ya era costumbre para ella.

Por otra parte, Fernando entra a su casa y Camila que se encuentra en la mesa del comedor, aprovecha de invitarlo a desayunar.

—Fernando, buenos días, veo que amaneciste activo, ¿qué te parece si me haces compañía?

—Buenos días, ok —respondió a su esposa sin mucho ánimo, pero sentándose a la mesa.

Lola se acercó a servirle las tostadas, con mermelada y natilla, huevos, bacon, un vaso de jugo de naranja y su taza de café cargado, tal y como le gusta. Él asintió cuando el ama de llaves, le deseó buen apetito y se dispuso a comer en silencio.

Camila disfrutó ese momento, observándolo mientras comía, aunque su corazón estaba fragmentado, su alma adolorida y sombría, pero un haz de luz que comenzaba a crecer en su vientre, le iluminaba la vida.

—Fernando... será que podemos...

El timbre del móvil de Fernando, la interrumpió. Él miró la pantalla y sin pedir disculpas por levantarse de la mesa, se alejó para contestar.

«¿Quién lo estará llamando tan temprano? Seguramente es la mujercita esa», pensaba mientras intentaba seguir comiendo.

La mirada de Camila por un momento fue de alegría, tenía ese brillo, al compartir ese pequeño instante con su marido, hacía tanto que no compartían ni siquiera la mesa, pero a raíz de esa llamada, su rostro y su mirada, se volvieron sombríos.

Fernando terminó su llamada.

—¿Vienes a terminar el desayuno? —preguntó Camila esperanzada, al verlo caminar en su dirección..

Pero este en vez de sentarse a la mesa, le pasó por un lado a Camila y siguió hacia su habitación a darse una ducha y arreglarse para ir a la oficina. A ella se le quitó el apetito al ver el desaire que su esposo le hizo.

«No te entiendo Fernando... ¿Por qué eres tan...?», pensó mientras dejó el tenedor de un lado junto con el plato de frutas y se levantó de la mesa.

—Señora, ¿no va a terminar de comer? —preguntó Lola acercándose a llevarle el café.

—No Lola, se me quitó el apetito. Solo me tomaré el café, gracias.

Camila se dirigió hacia el jardín, ese era el lugar de la casa que más disfrutaba, tener ese contacto con la naturaleza como lo hacía al levantarse, era lo que curiosamente la calmaba, le daba la energía que necesitaba para afrontar los altibajos de su vida. Se sentó junto a la fuente, perdida en sus pensamientos.

—Señora, disculpe que la moleste, la llaman por teléfono. —se acerca Lola extendiéndole la bocina a Camila.

—¡Ay no! No quiero atender, ¿quién me llamará a esta hora? Es muy temprano.

—Disculpe señora pero me parece que es urgente, es la señora Clara Sánchez, ella no suele llamarla a estas horas.

—¿Clara? ¿Le habrá pasado algo a papá? —le pregunta un poco preocupada —A ver, déjame ver qué sucede, gracias Lola, puedes retirarte.

—Sí señora, con permiso.

Camila toma el teléfono entre sus manos un poco nerviosa, por lo general, la esposa de su padre; su madrastra no la llamaba, salvo que hubiera algún tipo de emergencia respecto a él, no era que llevaban una mala relación, pero a los once años cuando su madre fallece, aunque Clara se encargó de cuidarla y educarla junto con él, las cosas cambiaron para ella.

«Clara, ¿qué pasó? ¿Le ha pasado algo a mi padre?», pregunta directamente Camila al tomar el auricular.

«¡Sí! ¡Ha sufrido un accidente, Camila!», le dice entre sollozos. «Estamos en este momento en la Clínica Central».

«¿Un accidente? ¿Qué tipo de accidente, Clara? ¡Por Dios! Si papá es un hombre sano, ¿me puedes explicar qué fue exactamente lo que sucedió?»

«En este momento no sé como explicarlo Camila, es mejor que vengas, solo puedo decirte que ha sido un ataque cardiovascular, al menos eso ha sido lo que me dijeron cuando llegó la ambulancia a por él».

«En este momento salgo para allá, nos vemos», finaliza.

Camila entró inmediatamente a su casa.

―Señora, ¿pasó algo? Está usted muy nerviosa ―pregunta el ama de llaves al verla entrar, presurosa.

―Es mi padre, Lola. Ha sufrido un accidente, está en la Clínica. Debo ir, nos vemos más tarde.

―Señora, ¡Cuídese, por favor! Está muy alterada y nerviosa.

―Descuide, estaré bien.

Camila buscó su bolsa, las llaves de su auto y salió de la villa.

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