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CAPÍTULO 4: LA PRUEBA DEL ALFA

Khalon asiente, satisfecho. No esperaba otra respuesta de ella. Riven, en cambio, se mantiene en silencio, observándola con su intensidad habitual, como si cada palabra que ella pronuncia fuera un nuevo enigma que resolver.

Unas horas después el círculo de combate está rodeado por miembros de la manada. Algunos han venido por el morbo de ver a una mujer luchar. Otros, por simple lealtad a sus Alfas. Pero hay algo en el aire… una electricidad primitiva que los mantiene a todos al borde de sus asientos.

Lyra se para en el centro, con los músculos tensos. Su oponente no es un lobo cualquiera. Es el Alfa supremo de la manada Luna Carmesí.

La luz de las antorchas proyecta sombras en su figura tallada como una escultura de guerra. Es puro poder contenido en un cuerpo diseñado para el combate. Alto, de hombros anchos y torso esculpido con precisión, su piel bronceada resalta la musculatura firme de su abdomen y brazos. Cada fibra de su cuerpo exuda fuerza. Su cabello oscuro cae con descuido, enmarcando un rostro cincelado con una perfección casi cruel: pómulos afilados, mandíbula implacable, labios esculpidos con la arrogancia de un hombre que nunca ha conocido la derrota.

Y esos ojos. Dorados como el fuego líquido, la observan con la intensidad de un depredador que juega con su presa antes de devorarla.

Lyra traga saliva. Khalon no es solo un Alfa. Es una bestia en su forma más letal.

—Si quieres demostrar que eres digna de nosotros, pelea —su voz es un reto bajo, ronco, tan peligroso como una promesa—. Gánate tu lugar, loba.

Lyra siente que su cuerpo vibra de rabia. Él la subestima. Cree que la va a doblegar como si fuera una muñeca frágil, pero no lo permitirá.

Khalon da el primer paso con un movimiento calculado y depredador. La tensión entre ellos es tan densa que parece que el aire mismo se fractura.

Ella no piensa ceder. No importa que su oponente sea el Alfa más temido de todos. Lo hará sangrar si es necesario.

—Última oportunidad para retractarte, princesa —se burla Darian desde la barrera.

Ella ni siquiera lo mira. Se centra en su adversario. El rugido del Alfa resuena en el aire.

—¡Que comience el combate!

Khalon ataca primero, es rápido y feroz, pero Lyra está acostumbrada a correr por su vida. Se desliza bajo su brazo, girando ágilmente. Sus pies descalzos encuentran equilibrio en la tierra húmeda. El lobo gruñe y arremete de nuevo, con más fuerza.

Ella lo esquiva. Una, dos veces. Pero la tercera, él la alcanza.

El impacto la lanza al suelo. La multitud jadea cuando ella rueda por el polvo. Pero Lyra no se queda ahí. Se levanta, limpiando la sangre de su labio partido. Sus ojos dorados arden con furia.

Darian sonríe, encantado.

—Sí… pelea, pequeña loba. Enséñame de qué estás hecha.

Khalon la observa. No puede evitar la sensación incómoda en su pecho al verla golpeada, pero esto es necesario. Tiene que demostrar que es fuerte.

Riven, en cambio, la analiza. Su estilo de pelea. Sus reacciones. Su resistencia y sobre todo su voluntad inquebrantable.

Él ataca de nuevo. Esta vez, Lyra no esquiva. Recibe el golpe, pero usa la cercanía para impulsarse y clavarle el codo en la mandíbula. Khalon gruñe, aturdido, y ella aprovecha la apertura.

Un giro rápido. Una patada precisa en su rodilla. El lobo tambalea. Lyra no le da tregua.

Con una fuerza que no debería poseer después de días de huida, se lanza sobre él. Sus puños son duros como piedra, llenos de la necesidad de probar que no es una debilucha.

Lyra lanza un último golpe con toda su fuerza, su puño impacta contra el rostro de Khalon. Él se tambalea, pero en el último segundo, con un gruñido gutural, la atrapa. Su mano se cierra como una garra alrededor de su muñeca, y en un parpadeo, la derriba.

El aire se le escapa de los pulmones cuando su espalda choca con el suelo de piedra. Khalon está sobre ella, sujetándola con su peso y su poder. Su aliento es caliente contra su piel, y sus ojos dorados brillan con algo más que desafío. Algo más primitivo. Más oscuro.

Ella siente cada línea esculpida de su torso presionándola, la fuerza contenida en esos músculos firmes, la forma en que sus muslos enmarcan los suyos en una jaula de pura dominación. Su cabello cae sobre su frente, un mechón roza la mejilla de Lyra, y su aroma —una mezcla de bosque, humo y algo puramente masculino— la envuelve.

Su mirada se desliza a sus labios. Es un instante fugaz, apenas una fracción de segundo… pero suficiente para que la temperatura entre ellos se eleve peligrosamente.

El deseo la golpea con la misma fuerza que la rabia.

Khalon se da cuenta. Sus pupilas se dilatan, sus dedos aprietan con más fuerza su muñeca contra el suelo. Está disfrutando esto. Está disfrutando tenerla atrapada bajo su control.

«No. Maldit0 sea si cree que me ha vencido», piensa Lyra.

Aprovecha su distracción y con un movimiento rápido, hunde la rodilla en su abdomen. Khalon suelta un gruñido, y en un parpadeo, ella gira sobre sí misma, cambiando las posiciones.

Ahora es ella quien está sobre él.

Su respiración es agitada, su cabello salvaje se enreda con el de él. Sus manos están en su pecho, sintiendo los músculos tensarse bajo su toque. Sus piernas a ambos lados de su cadera lo mantienen atrapado.

Khalon la observa con sorpresa y algo más peligroso. Algo que hace que su estómago se encoja y su piel se erice.

—Vaya, vaya… —Darian rompe el silencio con una carcajada baja y divertida—. Parece que han derribado a nuestro gran Alfa.

El sonido de su voz resquebraja la tensión insoportable que flota en el aire.

Riven, que ha permanecido en silencio, entrecierra los ojos. No dice nada, pero hay un destello en su mirada, un interés intenso en la manera en que observa la escena.

Darian da un paso adelante y levanta una mano.

—La loba gana.

El veredicto resuena en la sala.

Lyra sonríe, triunfante, todavía sobre Khalon. Puede sentir su respiración contra su piel, el ardor de su mirada.

Ella ha ganado, pero por la forma en que él la sigue observando, con esa intensidad oscura y posesiva, Lyra se da cuenta de algo.

Tal vez… también acaba de perder algo y no está segura de que la asusta más.

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