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Capítulo 134

La lluvia golpeaba el parabrisas de mi sedán alquilado, distorsionando las luces de la calle en orbes borrosos de amarillo y rojo. Ajusté el espejo retrovisor por centésima vez, viendo mis propios ojos hinchados y el rímel corrido. Mi reflejo me miraba acusadoramente—patética, desesperada, derrotada...