




1.
La vida era simplemente perfecta; se decía así misma Emma Clark. Tenía un esposo amoroso y perfecto, Connor Anderson; multimillonario farmacéutico y cirujano plástico, una enorme casa en uno de los suburbios más exclusivos de California: Portola Valley, un pequeño pekinés de nombre Armand, y una vida llena de lujos y comodidades, quizás, lo único que le hacía falta, era tener hijos con el amor de su vida para que esta terminara de ser perfecta.
—Cariño, ¿Qué vestido crees que debo de usar para la fiesta de esta noche? ¿El azul oscuro? ¿O el rojo pasión? — decía la mujer de apenas 22 años y cabello castaño oscuro, que miraba con total adoración a su esposo, tal cual lo haría cualquier joven realmente enamorada.
—Creo que el rojo te lucirá mejor, aunque, eres hermosa Emma, cualquier cosa luce magnifica en ti — aseguraba Connor Anderson, segundo hijo de su multimillonaria familia, y quien simplemente amaba a su esposa.
No llevaban mucho tiempo de casados, apenas cumplirían un año y medio muy pronto, aunque ambos deseaban pasar el resto de sus vidas juntos y formar la familia que ambos desearon casi desde el momento mismo en que se conocieron, eran una pareja realmente hermosa y feliz.
—Yo creo que el azul se te ve bien, con el rojo te verás demasiado extravagante — decía Amber Di Evans, mejor amiga de Emma desde niñas, y que siempre miraba con ojos recelosos a su enamorada amiga.
—¿Lo crees Amber? — cuestiono Emma algo desilusionada de lo dicho por su mejor amiga.
Connor poniéndose de pie, caminó hasta su hermosa esposa, y la beso tiernamente en su mejilla mientras acariciaba sus hombros expuestos.
—Para nada, ese vestido te hace lucir simplemente muy hermosa, no hay nadie en este mundo que sea tan bella como tú, mi amor — afirmó Connor besando a Emma.
La mujer de cabello rubio y ojos grises, giro los ojos con evidente fastidio, aunque nadie había notado aquello, Amber miraba con celos aquella escena tan cursi; odiaba a Emma, en verdad lo hacía, pues aquella siempre había sido mejor que ella desde los ojos del mundo entero. Emma siempre fue inteligente, popular y hermosa, brillando como diamante en cualquier lugar en el que estaba, siempre alegre y amable, había logrado atraer a ese hombre al que ella deseaba desde el momento en que lo conoció: Connor Anderson.
—Vamos Amber, busquemos un hermoso vestido para ti, mis suegros darán una fiesta muy elegante, toda la familia estará allí, no podemos faltar — decía con emoción Emma quien, en su inocencia, amaba genuinamente a Amber como aquella hermana que jamás pudo tener.
—Lo se cariño, has hablado de esta fiesta todo el mes, se lo importante que es esta reunión para ti y Connor, y es un honor que me hayan incluido en su lista de invitados, estoy muy emocionada por esto — dijo la mujer fingiendo una sonrisa.
—Bien señoritas, me retiro a vestirme también, esta promete ser una noche como ninguna — decía Connor mientras los ojos de Amber lo miraban con deseo.
Emma no notaba aquello, no podía mirar que en los ojos de aquella a la que consideraba su hermana, había solo envidia y desdén hacia ella, mientras que, para Connor, solo había deseo.
—Así es, sé que será una noche inolvidable, después de la fiesta Connor y yo nos iremos a Cancún, será como una segunda luna de miel, queremos estar allá cuando cumplamos nuestro segundo aniversario, afortunadamente Cedric ya esta en la ciudad, así que el asumirá el cargo corporativo principal en la empresa de los Anderson y Connor tendrá todo un año para estar tranquilo, además, quizás esta vez tengamos suerte y en México logremos embarazarnos, deseamos mucho ser padres…
Amber no prestaba mucha atención a lo que Emma le contaba con tanta emoción, tan las palabras “noche inolvidable” hacían eco en su mente. Llevaba un mes entero planeando aquello, lo que pondría al fin a Emma en su miserable lugar y a ella junto a Connor. Emma no merecía vacaciones en Cancún, no merecía tener hijos, no merecía tener a Connor. Ella, en cambio, se merecía todo aquello, deseaba con fervor la vida hermosa y lujosa que su odiada amiga tenia, la había deseado para ella siempre.
Mirando en su bolso, observaba aquel sobre, solo un poco de aquello, y entonces, el mundo feliz de Emma Clark se derrumbaría para dejarlo en sus manos.
—Tienes razón Emma, esta noche será inolvidable…me muero porque comience esa fiesta — dijo Amber ocultando sus malas intenciones detrás de una falsa sonrisa.
La noche había caído, y la celebración en la enorme mansión Anderson, había dado comienzo. Emma lucia preciosa en aquel vestido rojo, y recibía con felicidad los agasajos y atenciones de sus suegros, así como también de su amado esposo y su cuñado. Se sentía dichosa, casi como si estuviera caminando entre nubes de algodón color de rosa, aquella vida era un sueño, uno del que no quería despertarse.
—Ustedes son una pareja realmente hermosa, me muero de ganas porque me den a mi primer nieto o nieta, serán unos bebés hermosos, no tengo la menor duda — decía la señora Anderson a su nuera quien le sonreía con emoción y sinceridad a cambio y diciendo lo mucho que ella también deseaba el ser la madre de los hijos de su amado Connor.
Amber miraba con envidia aquello, maldiciendo mentalmente y asegurando que ella era quien debía de estar en ese lugar.
Mirando como la pareja perfecta se separaba al fin de sus familiares, Amber tomo tres copas de la elegante mesa, cuidando mucho de dos de ellas, nadie pudo ver lo que ella estaba vertiendo en ambas, sin embargo, su sonrisa cruel se había dibujado sin despiste alguno, aquella noche, todo cambiaria. Acercándose a Emma y su esposo, vio con malicia como aquel apuesto hombre, Cedric Anderson, estaba aún charlando con ellos, aquella era su valiosa oportunidad.
—Que buena noche está resultando ser esta Emma, ver tanta opulencia y hombres guapos es simplemente un agasajo — decía Amber acercándose con una copa en su mano, para luego hacer una señal a un joven mesero que asintió a cambio y se acercó al grupo con una bandeja de plata que tenía tres copas en ella.
—Brindemos señores, permítanme agradecerles por esta invitación, Connor, sé que me invitaste por insistencia de Emma, pero en verdad te estoy agradecida de haberme invitado a un evento tan privado, tu y Emma hacen la pareja perfecta, se ven preciosos juntos, y espero verlos así durante mucho, mucho tiempo — dijo Amber con hipocresía, tomando una de las copas para ofrecerla a Connor.
—Gracias Amber, aunque se de antemano lo importante que eres para Emma, eres casi como su hermana, y teniendo en cuenta que su familia de sangre la desprecio al casarse conmigo, realmente eres todo lo que mi amada Emma tiene además de mí, así que, eres siempre bienvenida — aseguro Connor tomando aquella copa para luego beber de ella.
—Gracias Amber, sin duda tu eres la mejor siempre, eres parte de nuestra vida — dijo Emma tomando una de las copas ante la mirada maliciosa de Amber.
—Esto es conmovedor, Emma, creo que sin duda eres una buena cuñada, tu y mi hermano hacen una gran pareja como dice la señorita Di Evans, así que, brindemos por eso y por mis futuro sobrino o sobrina, espero pronto nos anuncien esa gran notica, no olvides hermanito que te vas a Cancún para trabajar en eso — dijo Cedric guiñando un ojo a su hermano y cuñada, mientras tomaba la copa que aún estaba en la bandeja.
—Salud por eso — dijo muy animada Emma, y todos brindaron por aquello.
Amber no dejaba de mirar a la pareja, pronto, el efecto de aquella droga comenzaría, y entonces, todo acabaría, Emma dejaría de tener la vida perfecta. Separándose de su esposa, Connor caminaba a saludar a algunos parientes, mientras Emma comenzaba a quedarse atrás sintiéndose cada vez más mareada.
—¿Qué me pasa? — se preguntaba la mujer de cabellos castaños, sintiendo como si el piso se estuviese moviendo, al tiempo en que notaba como su visión se hacía cada vez más borrosa. — Oh Dios — dijo intentando sostenerse de las mesas mientras se sentía cada vez más mal.
—¿Te encuentras bien Emma? — preguntaba Cedric quien había notado que su cuñada parecía sentirse enferma.
—Cedric…no lo sé, de repente me he sentido muy mareada, creo que algo de la comida me ha caído mal, me siento falta, ¿Puedes llevarme a una de las habitaciones? Y Por favor, llama a Connor, perdona por ser tanta molestia — pedía y se disculpaba Emma apenas logrando ver el rostro de Cedric.
—Por supuesto, vamos a acostarte primero, llamare a Connor luego de que estes segura en una cama — dijo Cedric tomando a su cuñada en sus brazos, sintiéndose realmente preocupado por ella.
Amber miraba aquello con una sonrisa maliciosa y una copa en sus manos, era el momento del show principal.
Entrando en la habitación que solía pertenecer a Connor antes de casarse, Cedric recostaba a su cuñada sobre la cama, quien ya parecía estar inconsciente, sin embargo, el mismo comenzaba a sentirse enfermo, acalorado, el mundo le daba vueltas.
—Emma, creo que yo también comí algo en mal estado, me estoy sintiendo…
Y Cedric no había terminado de decir aquello, cuando había caído abruptamente en el suelo de esa habitación. Amber, abría la puerta encontrando a ambos desmayados, por supuesto, efecto de aquella droga que disimuladamente había colocado en las copas de ambos, aunque, si se era sincera, no pretendía hacer de Cedric Anderson una víctima en su plan maestro, sin embargo, el mismo se había servido en bandeja de plata para aquel propósito.
—Bien, ahora desnúdalos, y pon a Cedric encima de Emma, aquí tienes tu paga, si todo sale bien, te daré 3000 dólares más — dijo Amber asegurándose que nadie hubiese visto, aunque para su fortuna, nadie se había dado cuenta de nada, aparentemente.
El joven mesero se apresuró a hacer lo que le habían solicitado a cambio de una muy buena paga, y dándose prisa, había dejado sin nada de ropa a aquellos dos inocentes que jamás pensarían en dañar a su amado Connor Anderson.
Saliendo rápido y sin ser vistos, Amber y su ayudante se perdieron entre los invitados de aquella lujosa fiesta, esperando a que el espectáculo diera comienzo.
—Amber, ¿Has visto a Emma? — preguntaba Connor intentando ubicar con la vista a su amada esposa.
Amber sonrió fingiendo inocencia.
—Subió hace rato a una habitación, dijo que sentía mal el estómago, y puede que esos camarones no estén muy buenos, de hecho, también tengo un leve malestar, pero sabes cómo adora Emma los mariscos, así que creo que se le paso un poquito la mano con ellos, ve con ella, quizás este vomitando en este momento — dijo Amber muy segura de ello.
Connor, agradecía a Amber por decirle aquello, y apresurándose a subir a las escaleras, miro primero en las habitaciones más cercanas sin encontrar a su esposa en ninguna de ellas, y cuando miro al fin en la que era su habitación, un escalofrió helado le había recorrido toda la medula.
—¿Emma? ¿Cedric? ¿¡Qué demonios está pasando!? — preguntaba Connor casi sin voz, esperando que sus ojos lo estuvieran traicionando y su esposa no estuviese desnuda debajo de su hermano mayor.
Cedric y Emma, comenzaban a despertar escuchando los gritos de Connor. Viéndose desnudos, ninguno comprendió lo que estaba pasando, sin embargo, ninguno tendría tiempo de reaccionar, cuando Connor ya se había lanzado a golpes contra su hermano.
—Maldito, ¿Cómo pudiste? ¡Ella es mi esposa! — gritaba Connor mientras golpeaba a Cedric, quien tan solo se cubría de los golpes.
—¡Yo no hice nada y ella tampoco! ¡Lo juro! — se defendía Cedric.
Los gritos pronto llamaron la atención de propios y extraños, quienes comenzaban a amontonarse en las escaleras.