




4. Un padre de verdad.
La cara de Emanuel estaba roja, el niño parecía estresado y furioso y aunque Daniel respiró para que el malgenio se le escapara, no lo logró.
— No seas grosero, Emanuel — le dijo él y el niño le quitó la mirada — ella será tu nueva maestra, está especializada y…
— No me agrada — le cortó el niño y Daniel se pasó los dedos por el cabello.
— Ni siquiera le has dado la oportunidad — lo regañó. La mujer dio un paso al frente y le estiró la mano.
— Sé que nos la llevaremos muy bien, me llamo Lina — el niño le estrechó la mano por pura cortesía, pero luego miró a su padre.
— Yo quiero a Ana — le repitió y Daniel dejó escapar el aire. Ana, ¿La profesora sucia que parecía una vagabunda?
— Ya escogí a Lina, y no habrá más discusión al respecto — el niño lo miró con rencor y salió corriendo por las escaleras — ¡Emanuel ven aquí! — le gritó Daniel, pero el niño se detuvo en la mitad de las escaleras y también le gritó.
— ¡Yo debí estar en esas entrevistas por que la profesora era para mi¡ si es por mi bien yo debería decidir — Daniel se recordó a sí mismo, muchos años atrás, diciéndole a su mamá que él era quien debía decidir con quien quería quedarse a vivir y eso le hizo dar nostalgia, así bajó el tono de voz.
— Ve a tu cuarto y espérame ahí — el niño se alejó con pasos firmes y él se dirigió a la maestra.
— ¿Empezamos mañana mejor? — la mujer asintió con la cabeza y como despedida le dio un beso casi en los labios a Daniel que apretó los puños.
El hombre caminó por las escaleras con los pasos pesados, toda la mañana de entrevistas le habían arrancado la mitad de la energía y aún tenía cosas por hacer en el laboratorio.
Cuando subió al segundo piso se encontró con su hermano Héctor cargando a Emanuel, el niño estaba trepado en su regazo con la carita metida en el cuello de su tío y en cuanto sintió la presencia de su padre se libró de él y corrió a su habitación.
Daniel tomó la cabeza de su hermano y le besó la frente como saludo, era apenas un muchacho, pero el parecido con su padre, Emilio, era innegable, había heredado esos increíbles ojos azul hielo y el cabello oscuro como las alas de un cuervo, pero tenía la nariz de Hannah, su madre.
— ¿Y ahora qué? — le preguntó él, eran medio hermanos por parte de su madre, pero se habían criado juntos y Daniel veía a su padre, Emilio, como su fuera el suyo, amaba al hombre con su vida al igual que a su madre, pero, justo en ese momento los dos habían decidido tomar un crucero por el caribe que duraría tres meses y a Daniel no le quedó de otra de ejercer por completo el trabajo de padre sin la ayuda de su madre y de sus dos papás.
— La verdad no tengo idea — le comentó Héctor — ¿Quién es la tal Ana? — Daniel se encogió de hombros.
— Es una de las candidatas, pero poco preparada, y no me juzgues, pero parecía como si hubiera pasado la noche en la calle — Héctor se rio.
— Puedes llamar a mamá — él negó, le había prometido a Hannah que él podía con su hijo, si se lo contaba, ella dejaría de inmediato su viaje para regresar y él no podía permitirlo, se lo merecía.
— No, sabes cómo es, regresará si sabe que lo expulsaron de la escuela.
— Entonces llama a tu papá —le dijo el muchacho en un tono en que parecía que fuera la mejor idea del mundo — papá me contó que antes de conocer a mamá, tenías muchos problemas con tu papá, pero luego logró convertirse en uno genial — Daniel recordó a su propio padre, un abogado frio manipulado por su abuelo que logró romper sus cadenas y ahora era el cantante de música pop más importante de Latinoamérica. Sí, el hombre había sido un papá increíble.
— Lo haré, hermanito, gracias por cuidar a Emi — Héctor le despeinó el cabello.
— Cuando está conmigo es… es muy lindo, así que el problema no es él eres tú — y dicho esto se alejó y bajó las escaleras.
Daniel asomó la cabeza a la habitación del niño, parecía que se había acostado a dormir así que lo dejó en paz y en su celular buscó en número de su padre y lo llamó por Whats4pp
— Mi retoño, ¿Cómo estás mi vida? — le preguntó Xavier en cuanto contestó.
— Bien, Pa, muy bien, ¿Cómo va todo en México?
— Excelente, se han vendido todas las boletas, es un éxito — Daniel sonrió, de verdad le alegraba la carrera de su padre y recodó con nostalgia como él mismo le había ayudado a iniciarla cuando apenas era un niñito — pero, hablamos hace un par de días, y dos llamadas tuyas a la semana es… peculiar, ¿Pasa algo?
— Suspendieron a Emanuel de la escuela, debe estar dos meses en casa — Xavier se rio.
— También te echaron de una escuela, pero permanentemente, ¿No lo recuerdas? — él asintió y se sentó en el suelo recostando la espalda en la pared.
— Papá — le dijo él — no lo entiendo, no sé qué quiere y nunca habla conmigo, parece que todo el tiempo está de mal humor y ya no sé qué hacer, conseguí una maestra pero él quiere a otra que no sé ni donde la conoció — hubo silencio al otro lado, Dan sabía que su padre le daba espacio para desahogarse — tú eras un papá muy mediocre — se rio — pero luego, cuando te libraste de las redes del abuelo tú… fuiste todo lo que necesité siempre, ayúdame a ser el papá que Emanuel necesita así como tú lo fuiste para mí.
— Ay, mi bichito — le dijo Xavier — no es fácil, te lo advierto, eras un niño complicado porque eras tan inteligente que a veces me asustaba, pero seguías siendo un niño, mi vida, y lo que busca un niño es que lo escuchen. ¿Has escuchado a tu hijo? ¿Le has peguntado qué es lo que quiere?
— Es muy niño para saber qué le conviene, tiene siete.
— Te equivocas, no lo subestimes, él es tan tú como tú mismo, a esa edad ya sabías hasta en qué universidad estudiarías y lo hiciste, ¿Por qué crees que él no puede escoger lo que quiere para su vida?
— ¿Y si se equivoca? — Xavier suspiró.
— Pues debes estar ahí para apoyarlo, pero no puedes pretender decidir todo sobre su vida, dale espacio y escúchalo.
— Ustedes me dieron espacio, y embaracé a mi novia cuando tenía dieciséis y luego ella murió solo siendo una muchacha en el parto, ¿Cómo quieres que deje que mi hijo elija todo por sí mismo si sé que un niño no tomará las mejores decisiones? — Xavier guardó silencio al otro lado por un rato largo.
— No podrás protegerlo por siempre, y él no repetirá tus errores si se lo enseñas en vez de imponérselo, tus problemas son tuyos y él no debe cargar con ellos. ¿Crees que no me dolió cuando Lisa se embarazó y luego cuando murió? Pero estuve ahí contigo para apoyarte, estuvimos los tres.
— Pero tú, mamá y papá Emilio son… son increíbles y yo…
— Tú eres su padre, y piensa siempre y solo en su veneficio. Dime, ¿La maestra que conseguiste es la que él necesita, o solo la que tú crees que necesita? — Daniel se quedó callado, Emanuel nunca en su corta vida había demostrado afecto por una persona desconocida de esa forma como con la tal Ana, ¿Sería eso una señal?
— Gracias, Pa, te amo.
— Y yo te amo más, mi bichito.
Daniel corrió escaleras abajo, salió de la casa y después de abrir la puerta del auto se lanzó de barriga al asiento trasero y buscó en el suelo donde había tirado a hoja de vida de Ana y cuando la agarró, observó el número de teléfono apuntado en ella.
— Ana Leroy — murmuró.